Reportajes


El Hombre, el Cosmos, la Ciencia y el Bien. Los soportes éticos de la ciencia soviética

Parte III

Antonio Fernández Ortiz
ÁBACO (Revista de Cultura y Ciencias Sociales)

V.

Como decíamos al principio, el bolchevismo como movimiento, como cultura, llevaba implícito un componente mesiánico y milenarista. Con ellos, el bolchevismo incluía el mito del eterno retorno y superaba la linealidad del tiempo newtoniano. A través de estos componentes el comunismo se veía como la vuelta a una arcadia feliz, al paraíso de la hermandad de los seres humanos, objetivo que se conseguiría gracias, entre otras cosas, a los poderes cuasi mágicos de la ciencia y de la técnica (recordemos el "bolchevismo tecnológico" de Platonov). La ciencia era parte activa de aquel mesianismo y tenía a su vez su propio impulso ético, fundamentado en parte, como ya hemos visto, por los valores éticos del cosmismo ruso y soviético. El componente humano de la ciencia, el hombre de ciencia, estaba también imbuido del mesianismo bolchevique. Unos cuantos días antes de su muerte, Tsiolkovskii escribió al Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (bolchevique): "todos mis trabajos sobre aviación, navegación de cohetes y comunicaciones interplanetarias los entrego al partido de los bolcheviques y al Poder Soviético, auténticos conductores del progreso de la cultura humana. Estoy convencido de que ellos terminarán estos trabajos con todo éxito".(54)

Ya hemos visto que el cosmismo fue uno de los componentes fundamentales del bolchevismo, pero no hay que olvidar la existencia de otros componentes, también fundamentales, de otros modelos de comunismo y de solidaridad que ya vimos al principio. Estos modelos se concretaron en proyectos políticos que tuvieron su expresión en diferentes dirigentes políticos: Bujarin, Trotski, Lenin, Stalin, Zinoviez, Kamenev, etc.

Otra cuestión importante del cosmismo ruso fue su carácter contradictorio: durante mucho tiempo fue un componente del bolchevismo y del proyecto soviético que se manifestaba de forma no consciente y que ponía de relieve una parte de la naturaleza del proyecto soviético que se trató de ocultar desde los otros componentes del bolchevismo, recurriendo sobre todo a un exagerado discurso materialista y marxista (que degeneró hacia un marxismo vulgar exageradamente economicista).(55)

Por otro lado, fue relevante en el cosmismo ruso la ausencia de conflicto con el pensamiento y la tradición intelectual y científica de la Ilustración. Si analizamos el pensamiento europeo, vemos también la presencia de elementos mesiánicos y milenaristas que propiciaron la ruptura de una parte del pensamiento europeo con la tradición cultural de la Ilustración y que finalmente estuvieron en el sustrato cultural del fascismo y del nacionalsocialismo. En cambio, la tradición cultural rusa evitó esta ruptura. Ya los pensadores rusos del XIX que mantuvieron una actitud crítica con la cultura europea no renunciaron de ella e incorporaron los rudimentos intelectuales de la Ilustración o del Romanticismo a sus elaboraciones intelectuales y al pensamiento ruso en general.(56) El propio Lenin trabajó en la elaboración teórica de la ciencia para evitar la ruptura del bolchevismo con el racionalismo y la Ilustración, recordemos su libro Materialismo y empiriocriticismo.(57) El bolchevismo, y todo el proyecto soviético, a pesar de su componente cosmista no negó en ningún momento la idea de progreso, bien al contrario, la idea de salida al cosmos llevaba implícita la idea de un futuro feliz (recordemos: el progreso humano propiciaría la resurrección de nuestros antepasados como acto de suprema solidaridad), y el industrialismo del que estaba imbuido el marxismo llevaba al comunismo, estadio de máxima felicidad para toda la humanidad, a través de un "camino luminoso" de progreso.(58) La fuerza del bolchevismo radicó precisamente en la presencia de ambas tradiciones culturales, la ilustración europea y el cosmismo ruso.

La cultura occidental ha tenido serias dificultades, acentuadas por el conflicto ideológico que ha caracterizado a todo el siglo XX, para entender la naturaleza del sistema soviético y, en particular, para entender la convivencia de los componentes racionalistas, mesiánicos y milenaristas (tradicionales) en la vida intelectual de la URSS como parte a su vez del sistema soviético. La dificultad en la comprensión llevó a la trivialización y a la generalización de los conflictos que se producían en el seno del proyecto soviético.

Cuando el curso de los acontecimientos no cuadraba con una explicación racionalista, se buscaba en ellos la mano negra del dictador, la deformación de la Revolución, o en última instancia se recurría a la "enigmática alma rusa". El caso Lysenko, por poner sólo uno de los ejemplos más conocidos, fue interpretado en la bibliografía occidental como el conflicto entre el poder autoritario e ideocrático y la ciencia. Contra la evidencia de los hechos, en aquel conflicto se quiso ver un capricho de Stalin quien, con la supuesta tozudez de todo dictador, se enfrentaba a la evidencia de los resultados de la investigación científica en el campo de la genética. Sin embargó, se obvió un extraño hecho: la inmensa mayoría de la comunidad científica soviética apoyaba a Lysenko .(59) La idea principal de éste era que se podían heredar los caracteres adquiridos gracias a la razón y al trabajo humano. Este transformismo dinámico se correspondía plenamente con el mesianismo que en aquellos momentos era dominante en la ciencia soviética y enlazaba con las ideas de los viejos filósofos cosmistas: Dios, a través del trabajo del hombre, perfeccionaba la Creación, la completaba. Este componente no marxista, no racionalista y por supuesto no oficial pero que era dominante en el pensamiento soviético, influyó de manera determinante en todas las esferas del conocimiento en la URSS.

A partir de los años 60 los componentes racionalistas empezaron a ocupar posiciones determinantes en ciertas áreas del pensamiento soviético. Más tarde, en los años de la perestroika este componente racionalista, imbuido de un mesianismo en este caso eurocentrista, se convirtió en dominante entre la comunidad científica soviética. Sin abandonar su viejo componente mesiánico, la ciencia soviética se lanzó de lleno a la justificación de los cambios, dando una supuesta base científica al establecimiento del modelo de sociedad liberal occidental en Rusia. Aquellas actitudes supusieron un brusco giro con respecto a la actitud históricamente mantenida por la ciencia rusa y soviética hasta aquellos momentos. Pero este es otro tema que necesita de su propio y particular desarrollo. Queda, pues, pendiente para otra ocasión.

Antes de terminar es necesario indicar una cuestión importante: el contenido de este trabajo no pretende establecer una valoración positiva o negativa del proyecto soviético. No esta la intención ni tampoco es el lugar. Esta advertencia, que debería ser innecesaria, y que habitualmente lo es cuando el objeto de estudio es otro, es, sin embargo, oportuna aquí, toda vez que el proyecto soviético se ha caracterizado durante su existencia, y después de la misma, por una acentuada disputa ideológica que inmediatamente creaba dos campos: los que estaban a favor y los que estaban en contra. Aquí se ha tratado de ampliar el conocimiento de la naturaleza de la ciencia soviética, de sus soportes éticos, lo que a su vez puede aportar luz al conocimiento del proyecto soviético en general, del que por cierto, hasta ahora sólo se conocen los fragmentos de una verdad que la sovietología occidental ha pretendido presentar como absoluta.

* * * * *

NOTAS

54 Véase: Pravda, 17 de septiembre de 1935. (volver al texto)

55 Ya Gramsci realizó una profunda crítica del manual sobre materialismo histórico realizado por Bujarin. El propio Stalin, por paradójico que parezca, fue contrario a la vulgarización del marxismo y a la elaboración de manuales divulgadores sobre materialismo histórico. Aunque en vida de Stalin fueron debatidos varios proyectos para la elaboración de un manual de materialismo histórico y creadas varias comisión de estudio, éste se resistió y sólo después de su muerte se dio luz verde a tales proyectos. Sólo entonces el materialismo histórico vulgarizado en los manuales de divulgación se convirtió en el "ismat" (esta palabra proviene de la unión de las iniciales de las palabras istoricheskii materializm = materialismo histórico, puede ser traducida como "hismat"), el dogma seudo científico oficial para analizar e interpretar la realidad. Las consecuencias sobre la vida intelectual de la URSS pudieron observarse de forma directa en la crisis de la intelectualidad soviética durante la perestroika. No en vano, unos años antes de la perestroika Andropov había manifestado que... "no conocemos la sociedad en la que vivimos". (volver al texto)

56 La incorporación del pensamiento racionalista a la cultura rusa dio lugar a un proceso significativo: la ausencia de conflicto entre la ciencia y la religión. Mientras que en Europa, como consecuencia de la Revolución científica, se produjo una ruptura entre ciencia y religión, en Rusia observamos que incluso no existe un debate que planteé la posibilidad de tal ruptura. (volver al texto)

57 La obra de Lenin Materialismo y empiriocriticismo, fue escrita entre febrero y octubre de 1908 y editada en mayo de 1909. Son numerosas las ediciones posteriores de esta obra y también sus traducciones al español. Puede verse una de las últimas ediciones (quizá la última) del Instituto de Marxismo Leninismo adjunto al Comité Central del PCUS:
- V.I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, en Obras Completas de V.I. Lenin, tomo 18, Moscú 1983, Editorial Progreso. (volver al texto)

58 "Camino luminoso al comunismo" fue un nombre muy usado en la Unión Soviética para nombrar empresas, colectivos de trabajo, koljos, etc. Incluso hoy día, cuando los koljoses han sido obligados a convertirse en supuestas sociedades anónimas, la gran mayoría conserva sus antiguos nombres, lo que ha dado lugar a pintorescas denominaciones como la de... "Sociedad Anónima Camino Luminoso al Comunismo". (volver al texto)

59 En la segunda mitad de los años cuarenta tuvo lugar en la URSS una campaña contra el "antipatriotismo" y contra el "cosmopolitismo". Como en el caso Lysenko, la sovietología occidental sólo vio en aquellas campañas una manifestación de la naturaleza dictatorial del estalinismo. Nadie puede negar la naturaleza totalitaria, paternalista, del estalinismo. Pero es prácticamente desconocido el hecho de que aquellas campañas tuvieron su soporte en un amplio consenso social, y que incluso fueron alentadas por la gran mayoría de la intelectualidad soviética. El renombrado científico P.L. Kapitsa, envió durante años cartas a Stalin. En una de ellas, enviada en 1946, decía: "Una de las principales causas de la deficiente situación de la ciencia patria reside en la infravaloración de lo nuestro y en la hipervaloración de las fuerzas extranjeras ... Es imprescindible tomar conciencia de nuestras fuerzas creadoras y de nuestras posibilidades ... Podemos hacer esto con éxito, sólo ... cuando comprendamos, por fin, que el potencial creador de nuestro pueblo no es menor, e incluso mayor, que el de los demás y que podemos resueltamente apoyarnos en él".

- L.P. Kapitsa, Pisma o nauke, Moskva 1989, p.248.

Vadim Kozhinov, filólogo, historiador, escritor y crítico literario, estuvo estrechamente vinculado con Mijail Bajtin, una de las grandes figuras de la cultura rusa de estas últimas décadas. Kozhinov fue en su momento un destacado crítico del sistema soviético, miembro de la generación de los sesenta, ha tratado con profundidad este tema y afirma: "Hay que aceptar, que en esta campaña tuvieron lugar excesos y exageraciones, pero en su conjunto fue imprescindible y esencial y fructífera. Hay fundamentos para suponer, que si entonces no hubiese tenido lugar, según las palabras de Kapitsa, "la toma de conciencia de las fuerzas creadoras patrias", hubiese sido poco probable que siete años después, en 1954, en la URSS, se hubiese construido la primera central atómica de la historia, o que en 1957 nuestro país fuese el primero en salir al espacio cósmico".

- V. V. Kozhinov, Rossiia. Vek XX (1939-1964), Moskva 1999, p. 262 (volver al texto)

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