La ola de protestas callejeras en la República Dominicana hace retroceder al Gobierno de Leonel Fernández

Centro de Estudios Comunicación y Democracia(7)

La historia de otros países del continente tiene su réplica en República Dominicana. A tan sólo 10 meses de gobierno, Leonel Fernández ya goza de un crispado sentimiento en su contra por parte de la mayoría de pueblo que le dio el voto. Las causas: la radicalidad con la que ha aplicado su programa económico y los casos de corrupción generalizados. No sólo los grupos opositores sino también amplios sectores populares, incluso la Iglesia Católica han salido a las calles y a los medios de comunicación a protestar por el rumbo que está tomando el presente gobierno.

Durante la semana pasada (15 al 22 de junio), las calles de la capital y de las principales ciudades del país se llenaron de ciudadanos expresando su angustia y contrariedad. Algunas de estas protestas desembocaron en graves actos de vandalismo. La medida económica «símbolo» que capitalizaba la protesta era la elevación de las tarifas telefónicas en un 900%. Pero también se reclama por las alzas en los precios de combustibles, electricidad y alimentos. Los dirigentes del transporte público han amenazado con paralizar el país si el gobierno no retoma su decisión de retirar el subsidio al transporte. Obviamente sin subsidio al transporte las nuevas tarifas urbanas e interurbanas constituirían para la mayoría del pueblo una nueva pesadilla.

Es preciso enmarcar la situación de Leonel Fernández en el contexto de un presidente que en agosto del año pasado inició una nueva etapa en el país al cerrar la omnipresencia de anciano presidente Balaguer, quien había regido los destinos del país durante décadas, en algunos casos con la ayudita golpista de las Fuerzas Armadas. Leonel Fernández, un político joven de tendencia liberal, significó la esperanza de una nueva era en República Dominicana, de mayor apertura democrática, de superación del viejo país.

Su campaña electoral fue multitudinaria. El rumbo económico emprendido no pudo ser otro que la aplicación de un recetario neoliberal centrado en la reducción y modernización del Estado. Para ello se han ido reduciendo los subsidios existentes, se han iniciado los procesos de privatización de los sectores de servicios públicos y se ha intentado sanear el presupuesto fiscal. Sin embargo, las consecuencias en las economías populares no se han hecho esperar. Diez meses han sido suficientes para que se prenda el descontento y la protesta generalizada. Otro factor para el enfado popular es la entrada en el aparato burocrático del Estado de una nueva esfera de poder. Los nuevos burócratas que ha traído Fernández no han resistido a la tentación de «sacar partido « de la posición de poder. Las denuncias de corrupción y nepotismo se han multiplicado. Funcionarios que cobran elevadas comisiones por el pago de deudas públicas, graves irregularidades en las aduanas donde se hacen descuentos de aranceles por conveniencias políticas. Incluso, según denuncias de diputados opositores, familiares directos de la Ministra de Educación Ligia Amada Melo estarían vendiendo al gobierno los alimentos para el programa de desayuno escolar que ofrece el propio Ministerio en las escuelas públicas. Los índices macroeconómicos registran una mejoría económica, sin embargo las encuestas de opinión indican que la población no percibe esa mejoría sino todo lo contrario. Hay que tener en cuenta también que la inflación ha registrado un preocupante aumento desde diciembre hasta hoy. Del 7, 43 % que cerró el 96 se ha pasado al 9%.

La influyente Iglesia Católica también se ha pronunciado a través de su medio de comunicación escrito. La revista Camino ha afirmado en un comunicado que «la gente ha empezado a llenarse de frustración. El Gobierno debe revisar su política urgentemente, porque todo indica que va a la deriva. Si seguimos así, nuestra depresión puede convertirse en un huracán». El gobierno hasta ahora ha respondido a las protestas aplazando el alza en las tarifas telefónicas y al mismo tiempo militarizando los barrios populares de la capital, las principales vías del país y las gasolineras.

Leonel Fernández confirma una tendencia extendida en la mayoría de los países latinoamericanos. Se trata de la velocidad a la cual gobiernos recién elegidos se desgastan y pierden apoyo popular. Una tendencia causada principalmente por la dureza de los planes económicos que se emprenden y que, a juicio de no pocos analistas, puede constituir un serio peligro para los sistemas democráticos pues conducen claramente a un desprestigio de las instituciones democráticas y a una desmotivación generalizada para futuras participaciones electorales.


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