La «despolitización» de la economía. Conclusiones de un cotejo casual de la prensa diaria

Javier Fernández Retenaga{5}NOTA_al_pie

El Presidente del Banco Federal alemán, Hans Tietmeyer, escribía ayer en DIE ZEIT (Nº. 51) un artículo que se titula algo así como «Si la política diaria y las fronteras nacionales dejan de influir, se podrá confiar en la moneda europea». Habla ahí repetidas veces de «despolitizar el dinero», haciendo una hábil e interesada utilización del general descrédito que tiene la política entre la mayoría de los ciudadanos. «Si la política es algo sucio, la despolitización de la economía ha de ser algo bueno». Tal es el razonamiento que la expresión empleada por el superbanquero trata de suscitar en el lector. Sin embargo, el razonamiento, impecable a primera vista, encierra un falacia muy frecuente que consiste en que el término común a la premisa y a la conclusión --política-- tiene distinta acepción, distinto referente, en una y otra. Cuando se habla de la política como algo sucio, en lo que se piensa es en el general pasteleo y corrupción que se vive entre los profesionales de la política. En cambio, en la conclusión, despolitización no significa que la economía vaya a verse libre de esos pasteleos y corrupciones, sino, muy al contrario, que la economía va a quedar fuera de todo control democrático.

Más adelante, Tietmeyer nos expone una breve historia de las estrategias político-monetarias, dentro de cuyo marco la unión monetaria europea representaría «el cierre del círculo de los experimentos político-monetarios» (son palabras suyas). Su resumen es bastante didáctico; sin embargo, como no puede por menos de suceder en un análisis efectuado en clave monetarista, en su narración historiográfica no aparece la menor referencia a cosas tales como el bienestar de la población, la satisfacción de las necesidades básicas o la erradicación de la miseria. En la concepción que de la economía tiene el Sr Tietmeyer --una concepción tan extendida que casi podríamos darle el calificativo de «oficial»-- estos asuntos son irrelevantes. Por lo visto, el estudio y la práctica de la economía no han de estar orientados hacia asuntos tan vulgares como los que acabamos de mencionar. Bajo el punto de vista «canónico» del superbanquero, la economía no tiene otro objeto que ella misma; esto es lo que se desprende de su crítica a las «políticas monetarias que persiguen objetivos no monetaristas».

Y, ya al final del texto, el presidente del Bundesbank sentencia: «Tras el Tratado (de la Unión Monetaria), sea cual sea la evolución económica o política que experimente un país, no habrá puerta de salida. (...) En la Unión Monetaria, ningún país tendrá más la opción de ensayar caminos diferentes. Y todos los países que formen parte de ella estarán para siempre sujetos a la competencia con el resto de países europeos, ya sin la posibilidad de ajustar el cambio de la moneda y sin que los bancos emisores puedan adecuar los tipos de interés a la situación económica particular».

Esto me lleva al siguiente artículo, éste de Alain Tourain, publicado dos días antes en El País. Allí, tácitamente, el autor manifestaba su esperanza de que los partidos de centro-izquierda evitaran «que se ensanche el abismo que separa ya al mundo económico de los mundos político o cultural», de que pusieran «fin al desarrollo sin freno del capitalismo, es decir, de la economía de mercado, mientras rechace todo control político y social de sus actividades». Pero, ¿no han sido, entre otros, esos partidos de centro-izquierda, los que han tratado de convencernos de las bondades de una unión monetaria cuyo propósito --o consecuencia, al menos--, tal y como con toda claridad expresa Tietmeyer, es precisamente el ensanchamiento de ese abismo?

Según Tourain, incluso el Banco Mundial y el FMI mantienen hoy en día discursos muy diferentes a los de hace unos años, hasta el punto de que --siempre según Tourain-- el señor Camdessus, director ejecutivo del FMI, «subraya constantemente la urgencia de restablecer la fuerza y la capacidad de intervención de los Estados nacionales». Tourain parece no haberse dado cuenta del tipo de intervención estatal a que se refiere el señor Camdessus. Para comprobarlo no tendría más que leer otro periódico, dos días más tarde. Se dice en El Mundo: «El FMI recomendó ayer a España que profundice en las medidas de liberalización de la economía, y en concreto citó el mercado laboral como uno de los sectores a reformar». Ahí tiene Tourain una buena muestra de la clase de intervenciones que por parte de los Estados espera el señor Camdessus. ¡Y luego dirán que los comunistas hemos perdido el sentido de la realidad!

Javier Fdez. Retenaga. Miembro del Partido Comunista de Cantabria.

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