ALMUNIA Y ANGUITA
por Juan F. Martín Seco
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Miren ustedes por dónde, en esta ocasión, estoy de acuerdo con Almunia. Lo encontré muy puesto en razón en sus declaraciones a la prensa, tras la reunión con Anguita. Acuerdos puntuales, sobre temas concretos y en el Parlamento. Claro que, a decir verdad, también me pareció lógica la contestación del coordinador general de IU, esto es lo que ya se viene haciendo, para ese viaje no hacían falta tantas alforjas. Y es que, en el fondo, don Joaquín piensa, como yo, que eso de la unidad de la izquierda es un camelo. La diferencia es que yo lo digo abiertamente y él no. El, como todos los del PSOE, llevan tiempo mareando con este asunto al personal, pero, a la hora de la verdad, pegan la espantada. Por lo menos, a Almunia siempre se le ve venir, no le ha sido concedido el don del disimulo. Más peligrosos son otros.

De acuerdo, no hacían falta tales alforjas ni tantas cartas ni proclamas ni 11 puntos ni nada. Porque, vamos a ver, el diálogo, que es consustancial en política hasta con el diablo, debe ser para algo, si no, es una pérdida de tiempo. El problema, creo yo, es del momento procesal. Las negociaciones, ahora, se comprenderían y se comprendería la pretensión de pactar un programa común si existiese la posibilidad, al menos la posibilidad, de presentarse en listas conjuntas a unas elecciones. Pero no parece que ni en el PSOE ni en IU se acaricie tal idea. Entonces, ¿para qué hablar de negociación? Cada formación política debe concurrir con su programa y marcando las diferencias a fin de que los ciudadanos tengan muy claro lo que eligen.

El diálogo vendrá más tarde, allí donde sea necesario y posible en función de los resultados electorales. Y mucho me temo que, por lo que respecta al menos al Gobierno de la nación, el PSOE estará dispuesto siempre, como ya lo ha demostrado en el pasado, a pactar con CiU antes que con IU. Y ¿ahora qué? Ahora, lo de Almunia: acuerdos puntuales en el Parlamento sobre materias concretas y alguna que otra acción conjunta. No serán muchas las coincidencias porque, por más que los socialistas arremetan contra la derecha, en los momentos decisivos están bastante cerca del PP en casi todos los temas.

Con la unidad de la izquierda me sucede lo mismo que con lo de la unidad de los demócratas. Las considero consignas confusas y hueras, sólo aptas para que algunos arrimen el ascua a su sardina. Ni están todos los que son ni son todos los que están. Porque digo yo que eso de la democracia será algo más que estar en contra de la violencia, y estar en contra de la violencia no implicará tener que asumir cualquier medio para combatirla. ¿Cómo pueden denominarse a sí mismos demócratas los que de una manera más o menos sibilina están todos los días justificando, encubriendo o disculpando el terrorismo de Estado?

La unidad de la izquierda es una milonga que pusieron en circulación los del «no nos resignamos», aunque algunos de ellos se han resignado muy bien. Es un instrumento que, manejado con habilidad, proporciona al PSOE rentabilidad política, y una trampa para IU que, a fin de que no la culpabilicen, se ve forzada a mostrar entusiasmo por la idea, legitimando así al PSOE, sin caer en la cuenta de que haga lo que haga, la seguirán incriminando mientras no solucione su principal problema: el de la comunicación mediática.

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