págª mantenida por Lorenzo Peña
Afganistán: Una página de ESPAÑA ROJA

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31oct01

A LOS REFUGIADOS AFGANOS LES ESPERA EL FRIO Y LA MUERTE POR EL CIERRE DE LAS FRONTERAS Y LA FALTA DE SISTEMAS DE ATENCION.

CAMPAMENTO DE REFUGIADOS SHAMSHATOO, Pakistán - El gélido aire nocturno se cuela furtivamente en las tiendas de campaña, penetrando hasta los huesos de cuerpos desnutridos apiñados debajo de pocas cobijas. Los gritos y tosidos de enfermos y moribundos se elevan como un coro de miseria.

Para Izzatullah, de 45 años, estos son recuerdos perdurables de su vida en Jalozai, una escuálida colonia fronterizo para 70 000 refugiados afganos, donde diariamente llegan más. Esta es la vida que les espera a los 80 000 afganos que se estima han huido de los ataques aéreos norteamericanos cuando se deslicen a lo largo de la frontera que Pakistán ha cerrado oficialmente, él dijo.

“Esto es ligeramente mejor que vivir con la batalla en Afganistán, pero uno no lo puede considerar buena vida”, dijo el Sr. Izzatullah, quien como muchos afganos sólo usa un nombre.

La campaña aérea de los EE.UU. ha creado otra crisis humanitaria en un Afganistán desgarrado por la guerra, desplazando cientos de miles de personas y en algunos casos vaciando casi las grandes ciudades, dicen funcionarios de las Naciones Unidas (ONU) y trabajadores de ayuda humanitaria.

Los esfuerzos por ayudar a las víctimas de la crisis más reciente de Afganistán se han complicado por un conflicto anterior: la situación sin resolver de más de 2 millones de refugiados afganos, algunos de los cuales llegaron primero a Pakistán después de la invasión soviética de Afganistán de 1979.

De los nuevos refugiados, miles se han colado a los campamentos ya existentes en el área de Peshawar, mientras que otros están quedándose con familiares en Peshawar y otras ciudades, dicen funcionarios de la ONU y trabajadores de ayuda. Muchos se están fundiendo con la
población pakistaní, sin registro y por ende incapaces de recibir asistencia.

“Todos están en problemas, básicamente”, sufriendo de desnutrición o problemas de salud, dijo David Snyder del equipo de respuesta de emergencia de los Servicios de Socorro Católicos que ha entrevistado a los recién llegados a Jalozai y Peshawar en días recientes.

La renuencia de Pakistán para aceptar más refugiados y el deseo de la UNHCR de construir nuevos campamentos para anticiparse a una repentina ola de afganos ha provocado un enorme acumulación de refugiados en esperan de registro, dijeron los trabajadores de ayuda.

SISTEMA FALLIDO
Ellos dicen que el resultado es un sistema fallido, dejando decenas de miles de refugiados en un agujero negro burocrático, obligados a suplicarles comida y albergue a sus paisanos refugiados en campos tales como Jalozai.

“He visto un buen número de campamentos de refugiados y Jalozai es uno de los peores”, dijo el Sr. Snyder.

La falta de registro de los refugiados es “una importante razón por la que el campamento está como está. No se va a obtener alimentos, tiendas o cobijas sino hasta que se esté registrado”.

El gobierno pakistaní rechazó una solicitud para visitar Jalozai, citando preocupaciones de seguridad.

Aún aquí en lugares tales como Shamshatoo – el cual alberga 65 000 refugiados y es denominado campamento modelo por los funcionarios de la ONU – la vida es tétrica, especialmente para los recién llegados como el Sr. Izzatullah.

Su familia y aproximadamente 200 otros fueron trasladados desde Jalozai a Shamshatoo a mediados de septiembre, exactamente después de los ataques al World Trade Center y el Pentágono, dijo el Sr. Izzatullah.

Los primeros que llegaron viven en pequeñas casas de adobe y han abierto pequeñas tiendas y oficinas. Los residentes más recientes viven en tiendas cerca de la parte trasera del basto campamento, en extensiones de tierra desnuda y polvorienta, a una hora a pie de la población más cercana y la carretera que está fuera del campamento.

“No tenemos nada de madera sobre la cual cocinar alimentos”, dijo el Sr. Izzatullah, mientras dos niños jugaban cerca con una pila de piedras que se han convertido en camiones y carros imaginarios.

“No tenemos algo de queroseno para cocinar y no tenemos otros artículos de primera necesidad como jabón para lavar nuestra ropa”, él dijo. “No tenemos una cobija o un cobertor para protegernos del invierno”. “Y aquí hay un 100% de desempleo. En mi bolsa no hay nada de dinero.”

Él y su esposa y sus seis hijos tienen permitido una lata de agua al día, distribuida por pipas que la suministran al campamento. Sus raciones mensuales de alimentos – distribuidas por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU – les duran aproximadamente de 15 a 20 días, él dijo.

Como dijo Sr. Izzatullah, esto no es una gran vida. Pero si es una vida sin minas terrestres y proyectiles de artillería, sin bombas, misiles crucero o policía religiosa del Talibán azotando personas por ver televisión, escuchar música o volar un cometa.

SOPORTANDO LAS CARGAS
Durante la última década, una agencia de ayuda internacional se cansó de Afganistán y volvió su atención a las crisis de refugiados en Kosovo, Timor del Este y otras partes, se dejó que Pakistán soportara su inestable economía y las pesadas cargas sociales que representan sus refugiados afganos.

“Nosotros en Occidente borramos a Pakistán de nuestras pantallas de radar durante los últimos años”, dijo Ken Hackett, presidente de los Servicios de Socorro Católicos.

Y ahora, Pakistán está negándose a abrir su frontera con Afganistán para permitir el ingreso de refugiados, diciendo temer verse obligado a cargar con la responsabilidad de albergar a más afganos que no tienen intención de regresar a casa.

Funcionarios de la ONU creen que 300 000 refugiados invadirían Pakistán si se abriera la frontera y posiblemente casi 1 millón en el peor de los casos.

“Todos los individuos tienen derecho a buscar asilo”, dijo Peter Kessler, portavoz del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (UNHCR) en Islamabad, Pakistán. “Nosotros les hemos pedido a todos los países que circundan a Afganistán que abran sus fronteras y efectivamente, no creemos que eso se le deba impedir a alguien”.

Funcionarios de la ONU critican especialmente la cooperación de Pakistán con la milicia Talibán que gobierna Afganistán en un esfuerzo por detener a los refugiados que huyen de Pakistán – esfuerzo que están poniendo en peligro la vida de los refugiados, adujeron los funcionarios.

En el área de Chaman, el principal cruce fronterizo para miles de afganos que huyen de Kandahar y otras ciudades sureñas bombardeadas intensamente, esta semana las autoridades pakistaníes empezaron a arrestar refugiados afganos que entraban ilegalmente a su país. Ellos eran regresados a un campamento fronterizo establecido por el Talibán. Días antes, la policía había abierto fuego sobre los refugiados que trataron de entrar a la fuerza por éste cruce fronterizo.

Entre tanto, la agencia de refugiados de la ONU está almacenando pertrechos en Pakistán y estableciendo varios campamentos nuevos para albergar aproximadamente a 300 000 refugiados. Dada la renuencia de Pakistán para aceptar nuevos refugiados, casi no es sorpresivo que los sitios ofrecidos por el gobierno para los nuevos campamentos sean difícilmente idílicos, dijeron funcionarios socorristas.

“Ellos intencionalmente los han ubicado en lugares remotos para que los puedan repatriar con más facilidad”, dijo el Sr. Kessler. “Ellos no quieren que estos lugares den la sensación de ser su casa. Ellos quieren que estos campamentos tengan la sensación del Valle de la Muerte”.

A pesar del cierre oficial de la frontera, aún están cruzando hacia Pakistán unos pocos miles de personas diariamente a través de senderos montañosos, dijeron trabajadores de ayuda humanitaria.

El número de refugiados regresados al lado afgano de la frontera no es claro, debido a que el Talibán que gobierna a Afganistán les ha prohibido la entrada a su territorio a los trabajadores de ayuda humanitaria extranjera – creando lo que un funcionario dijo “un agujero negro de información” que ha hecho que los preparativos para esta crisis sean una pesadilla para las organizaciones de socorro.

Sin embargo, reseñas de los recién llegados a Pakistán sugieren que no existen las enormes cantidades de refugiados arremolinados a lo largo de la frontera que habían temido las agencias de ayuda.

DÉCADAS DE REVUELTAS
La historia del campamento de Shamshatoo está entretejida con las dos últimas décadas de revueltas en Afganistán. Este se llenó de refugiados durante los últimos años de guerra contra los soviéticos, después se vació cuando la gente regresó a casa durante un breve periodo de paz en 1992.

El año pasado, con el trasfondo de la economía desmoronante de Afganistán y la guerra civil entre el Talibán y la Alianza del Norte de oposición, el campamento se empezó a llenar otra vez.

El Sr. Izzatullah trabajaba como bombero en la provincia Kapisa de Afganistán, al norte de Kabul, hasta que el Talibán tomó el control en 1996 y despidió a todos los empleados por el gobierno anterior. Él aún se considera bombero y señala con tristeza los ataques del 11 de septiembre contra los Estados Unidos, especialmente el hecho de que “hubo 300 bomberos que fallecieron y que eran mis colegas”.

Después de perder su trabajo, él cultivó granadas para vivir. Pero una devastadora sequía hizo imposible obtener una cosecha durante dos años, por lo que su familia se hizo más y más pobre. Sin dinero, sin trabajo y luchando por sobrevivir otro invierno afgano, el Sr. Izzatullah y su familia decidieron huir hacia Pakistán a principios de este año.

Ellos pidieron dinero prestado para el pasaje de autobús hacia el Paso Khyber, cruzaron a Pakistán y después de dirigieron a Jalozai. Ahí, ellos vieron como el invierno reclamó una vida después de otra. Antes de que llegara la primavera, él dijo, ya habían muerto 150 niños, incluyendo siete hijos en tiendas de los alrededores.

“Los niños acostumbraban gritar de dolor y de fiebre, en todo el campamento”, él dijo. “Algunos lloraban por la falta de alimentos. ¿Cuando una madre no consume suficientes alimentos, cómo va a amamantar ella a su bebé?

UNA COBIJA
Algunas familias sólo tenían una cobija, otros ninguna, él dijo. Su familia tenía dos cobijas, compartidas por ocho personas. “Uno de mis vecinos falleció de frío”, él dijo. “Él tenía 45 años de edad. Otro murió de tuberculosis”.

A pesar de estos dolorosos recuerdos, el Sr. Izzatullah considera Jalozai “mucho mejor” que su actual casa en el campamento Shamshatoo, debido a que “es más verde y hay más alimentos”.

Si hubiera paz en Afganistán y él estuviera ya de regreso en su casa del Valle de Tagab, el Sr. Izzatullah estaría cosechando granadas brillantes, maíz y arroz y recolectando madera para el largo invierno que se avecina.

En lugar de eso se pasa todo el día fabricando ladrillos de adobe para hacer un rompevientos con el fin de darle a su familia la posibilidad de luchar para sobrevivir los mortíferos meses futuros.

“Tan pronto como termine la guerra, se restaure la paz y tengamos oportunidad de trabajar, todos los afganos regresarían a casa”, él dijo. “Este es nuestro deseo: que prevalezca la paz, para que nuestro lugar aquí como refugiados no sea permanente”.
[Fuente: Por Gregg Jones y Tod Robberson, The Dallas Morning News, Dallas, USA, 30oct01]