págª mantenida por Lorenzo Peña
Afganistán: Una página de ESPAÑA ROJA

(*): Norman Finkelstein es periodista norteamericano, autor de The rise and fall of Palestine.
Este texto corresponde a una charla ofrecida por Finkelstein el pasado 13 de septiembre de 2001 en la Universidad De Paul, EEUU.

Ahora recogemos el terrorífico torbellino que sembramos

Norman Finkelstein*

13 septiembre 2001 (Traducción CSCAweb)

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El gobierno de Estados Unidos, un gobierno cuya responsabilidad nosotros compartimos, inflige directa o indirectamente la miseria y el horror sobre una parte considerable del conjunto de la humanidad. Para la mayoría de nosotros, esta miseria y horror (ya sea la destrucción sistemática ocurrida en el Líbano en 1982, en Iraq en 1991, o más recientemente en Serbia), tiene todas las connotaciones de un videojuego. Fueron matanzas sin consecuencia alguna; incluso fue divertido. Ahora recogemos el terrorífico torbellino que sembramos.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, EEUU no ha tenido que enfrentarse a enemigos reales; o al menos, no ha tenido que enfrentarse a entes que amenazaran sus "intereses nacionales". La Unión Soviética era básicamente una fuerza conservadora y, como se hace evidente cada día que pasa, una fuerza estabilizadora dentro del mundo (no pasará mucho tiempo antes de que empecemos a mirar con nostalgia hacia la "conspiración comunista internacional"). En el sureste asiático y América Central participamos en guerras tanto directa como indirectamente, pero ningún interés vital norteamericano estaba amenazado. Desde el colapso de la Unión Soviética, los enemigos oficiales de EEUU (Iraq, Libia, y los narco-terroristas), han sido los fantasmas y quimeras de nuestra conjura para justificar, entre otras cosas, el constante aumento de los fondos destinados a los presupuestos militares.

EEUU saboreaba su nuevo status como única superpotencia [mundial]. Continuando con una arrogancia y un pavoneo pasmosos, en nuestra memoria reciente quedan el rechazo por parte de EEUU de un tribunal internacional por crímenes de guerra y un acuerdo sobre armas químicas, la salida del marco de Kyoto y de la conferencia de Durban, los intentos de desmantelar el Tratado de no proliferación, y así hasta un sinfín de cosas la lista es bastante larga. Hasta ahora, generalmente se tenía asumido que no había que pagar ningún precio por ser la única superpotencia mundial: uno podía hacer lo que le viniera en gana con total impunidad. Parece ser que ahora Washington tendrá que repensar esta suposición.

Pero no son solamente nuestros líderes de Washington quienes deben emprender un proceso de reflexión serio y duro. Todos los que estamos en esta sala debemos pensar en profundidad sobre nuestras vidas. Muchos de nosotros hemos vivido como si ahí fuera no existiera el resto del mundo. Como todo el mundo quería ser como nosotros, no necesitábamos saber nada del resto del mundo ni preocuparnos de lo que hubiera más allá de nuestras narices (salvo como posible destino vacacional).
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