LOS AGRESORES NUNCA SERÁN IMPARCIALES Y NUNCA RESTABLECERÁN LOS PRINCIPIOS QUE HAN PISOTEADO

DECLARACIÓN DEL REPRESENTANTE PERMANENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA ANTE LAS NACIONES UNIDAS, EMBAJADOR BRUNO RODRÍGUEZ PARRILLA, EN LA SESIÓN 4011 DEL CONSEJO DE SEGURIDAD, EN EL TEMA TITULADO: «RESOLUCIONES DEL CONSEJO DE SEGURIDAD 1160 (1998), 1199 (1998), 1203 (1998), 1239 (1999)».

Nueva York, 10 de junio de 1999

[extractos]

El Consejo de Seguridad ha llegado tarde. La resolución que acaba de adoptar no cambiará la realidad. Ha sido, y seguirá siendo cuando se escriba la verdadera historia, una invasión de Estados Unidos y la OTAN. El desprecio a las Naciones Unidas y el desacato al Consejo de Seguridad son irreparables. Los agresores nunca serán imparciales y nunca restablecerán los principios que han pisoteado. La soberanía y la integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia, que en forma solemne e hipócrita se proclama, es absolutamente impracticable después de las condiciones impuestas y no disimula la desintegración por la fuerza de un Estado soberano.

Han transcurrido 7 días de la aceptación por parte del Gobierno de la República Federativa de Yugoslavia y del Parlamento serbio de la propuesta que trasladaron los Altos Enviados Especiales para alcanzar la paz.

En este lapso se produjeron, sin embargo, según última información disponible, 3.684 vuelos de la OTAN y se asestaron 996 golpes contra una amplia lista de blancos, incluso civiles. Después de la aceptación serbia, personas inocentes continuaron muriendo o recibiendo heridas, y siguió la destrucción deliberada del país. En esta semana, después de planteadas por la OTAN exigencias adicionales a las de la propuesta ya draconiana de los Enviados, se ha hecho más obvio que Estados Unidos y la OTAN no buscaban una solución política sino consolidar un nuevo mecanismo de poder mundial, destruir a Serbia, liquidar su gobierno y humillar a su pueblo. Se confirma que no es posible negociar bajo las bombas.

No quedan dudas, si alguna vez las hubo, de cuáles son los objetivos reales de esta agresión desproporcionada. Durante 79 días una descomunal fuerza militar, económica y tecnológica atacó impunemente a un pequeño país en desarrollo, realizando 35.788 misiones de combate y apoyo. El PIB combinado de los agresores es 1.163 veces el de la víctima, su población la multiplica 77 veces, su territorio 226, y sus tropas regulares 43 veces. Ha sido heroica la resistencia del pueblo serbio al precio de miles de civiles indefensos muertos y heridos, de enormes privaciones, de su país destruido, del trauma imborrable de los bombardeos en el recuerdo de sus niños. Los agresores no merecen laureles.

El silencio del Consejo de Seguridad no borrará las imágenes del bombardeo del tren de pasajeros de Grdelica Jorge, del convoy de refugiados albaneses de Djakovica-Pec, de edificaciones civiles en Belgrado y Novi Sad, de las poblaciones de Paracin, Kraligevo, Sremska Mitrovica, la central de televisión serbia, el ómnibus en Luzane, el barrio residencial de Surdulica, la fábrica de Lucani, los generadores eléctricos, las redes de agua potable, el hospital de Baljevo, el convoy griego cerca de Vlac, la Embajada de la República Popular China, el mercado y el complejo hospitalario de Nis, del poblado kosovar-albanés de Korisa, 18 sedes diplomáticas, la prisión de lstok, decenas de puentes, vías férreas y carreteras.

Ha sido un genocidio. Las acciones sistemáticas para privar a millones de personas de medios de sustento, de calefacción, agua potable y servicios médicos, los ataques deliberados y cotidianos a blancos no militares donde se conocía se encontraban civiles, y el uso de armas internacionalmente prohibidas como las bombas recubiertas con uranio y las de racimo (cluster), o el empleo indiscriminado de las bombas sísmicas en áreas urbanas y de las de grafitocontra las redes eléctricas %que paralizan todos los servicios vitales%, no pueden calificarse de otra manera. Esos actos son violatorios de los Convenios de Ginebra, del Derecho Internacional Humanitario y de las Prácticas y Costumbres de la Guerra. Los responsables deben ser ejemplarmente castigados.

Es realmente incalculable el impacto ambiental de esta guerra en la región. No resisten análisis los pretextos con que los políticos de la OTAN han atiborrado los discursos en los que mienten a sus propios ciudadanos, mientras aparecen ridículamente sonrientes.

Adujeron que querían evitar un éxodo masivo de refugiados y crearon una verdadera y fácilmente previsible catástrofe humanitaria: 860 mil refugiados salieron de su país a partir del inicio de los bombardeos. Los principales países agresores sólo han recibido 30.703 refugiados, el 3,6% de la cifra que crearon bombardeando. Estados Unidos y Reino Unido han recibido en conjunto el 0,9%. Dos tercios de los refugiados de Bosnia cuyo regreso estaba previsto para este año no lo han hecho y nadie se ocupa.

Querían defender los derechos humanos de los albaneses-kosovares e impedir la llamada «limpieza étnica»: los que bombardean tienen demasiados pecados antiguos y actuales como para creer en su sinceridad. Exhiben además una tradición de doble rasero que los descalifica moralmente.

Estados Unidos y algunos de sus aliados sostuvieron, incumpliendo sanciones internacionales, el régimen del apartheid, toleraron las atrocidades en Cambodia, en Centroamérica, y cohabitaron con los regímenes militares fascistas en América Latina. Permanecen impasibles y callados ante los crímenes contra los pueblos árabes y que ahora se cometen de manera flagrante contra el pueblo palestino. Trescientos musulmanes, la mitad niños menores de 5 años, mueren cada día en Iraq a consecuencia de las sanciones y agresiones. No se inmutan ni destinan esfuerzos para resolver los conflictos en África, donde 11 millones de refugiados viven hoy en verdadera emergencia humanitaria.

Estados Unidos continúa hoy la segregación de los pueblos autóctonos de su país, según la mejor tradición de limpieza étnica con que antes fueron exterminados. Hoy persiguen brutalmente a los inmigrantes, ocurren casos atroces como los de Louima y Diallo, y tienen un patrón étnico diferenciado en la sociedad, la justicia, el sistema penitenciario y la aplicación de la pena capital. No tienen tampoco moral alguna para hablar de lecciones humanitarias los autores de guerras sucias, leyes extraterritoriales y bloqueos genocidas.

Llama la atención que la OTAN no haya hecho nada ni hable del éxodo horrible de un incontable número de serbios, entre ellos 500 mil procedentes sólo de Krajina (según datos oficiales de ONU), que desató la desintegración premeditada de la antigua Yugoslavia, que una parte de Europa promovió y Occidente unánimemente apoyó.

Ya con anterioridad en 1941 el gobierno fascista de Ante Pavelic, implantado en Zagreb por Adolfo Hitler con dominio sobre Croacia, Bosnia, Herzegovina y parte de Voivodina hasta las puertas de Belgrado, estableció la famosa «doctrina de los tres tercios»: un tercio de los serbios debía ser expulsado; otro tercio asimilado y convertido por la fuerza a la religión oficial y el tercero eliminado físicamente. Muchos de los convertidos fueron finalmente eliminados, y como la deportación se hizo difícil el exterminio se convirtió en la fórmula general aplicada. Seiscientos setenta y cinco mil civiles serbios, de todas las edades y sexos, fueron fríamente asesinados por los ustachas de Pavelic, según los bien documentados archivos del Almirantazgo británico.

Ese holocausto ocurrió apenas 7 años antes de que fuera fundada la OTAN. ¿No siente hoy Europa la vergüenza de las miles de bombas terriblemente destructivas que la OTAN acaba de lanzar sobre el pueblo serbio?

La actual guerra genocida, en vez de contribuir a la armonía, ha atizado los odios y exacerbado las luchas étnicas y confesionales en Kosovo y en Los Balcanes.

Es curioso también que el nuevo «humanismo» de la OTAN no llegue a susbolsillos. Aguerridos líderes de las más solventes potencias agresoras han afirmado sin rubor que no destinarán fondos para la reconstrucción mientras Serbia «no se democratice». Es obvia la interpretación. Al parecer se está decretando la «fase IV» de la operación con objetivos menos puritanos.

Tampoco hay compromisos concretos acerca de los daños evaluados en más de 100 mil millones de dólares. La reconstrucción es un deber moral de la comunidad internacional y debería ser una obligación jurídica de los agresores.

Cuba desea ratificar su disposición a participar, dentro de sus muy modestas posibilidades, en cualquier proyecto de reconstrucción de la República Federativa de Yugoslavia, de ayuda humanitaria a los kosovares-albaneses, y reitera el ofrecimiento que hizo en fecha tan temprana como el 5 de abril, 12 días después de iniciados los ataques, de cooperar con el envío gratuito de mil médicos para la atención a los refugiados en sus campamentos y a su regreso a su patria, así como a la de los ciudadanos que viven en Kosovo, en el resto de Serbia y en Montenegro que pudieran necesitarla.

La salvación de la estabilidad de Europa se ha presentado también como un objetivo de la guerra desatada. Sin embargo es evidente que la inestabilidad de la región se ha agravado. La ocupación de Kosovo no podrá ser eterna, ni el mando de los invasores ofrece garantías de ninguna clase. Los países vecinos pagarán las consecuencias de lo ocurrido al precio de un alto riesgo de nuevos conflictos o la agravación de los ya latentes.

Al condenar enérgicamente el crimen cometido contra el pueblo serbio, el gobierno cubano apoya a la vez el derecho de los albaneses-kosovares a que se les garantice plenamente su identidad nacional, cultural y religiosa, y al disfrute de la más amplia autonomía e incluso la independencia, si alcanzada una paz justa y duradera y no impuesta a Serbia mediante una atroz guerra de agresión, los kosovares de todas las etnias y la República Serbia llegaran de forma pacífica y democrática a esa decisión.

El camino de la paz pasa por garantizar plena igualdad de derechos y seguridad a todos los grupos nacionales y por curar los odios exacerbados por la agresión. Será necesario un programa concreto de reconstrucción, paz, seguridad y estabilidad en la región. Es nuestra sincera esperanza que los países vecinos desarrollen, con sabiduría, tolerancia y altruismo, la capacidad de evitar nuevos conflictos sobre la base del respeto a los derechos de todos los grupos nacionales.

Europa, paradójicamente, ha sido también una víctima. Aunque el objetivo era consolidar y dejar establecida la capacidad ofensiva de la OTAN contra el resto del mundo, en realidad lo que se ha consolidado y dejado establecido, de una manera humillante y lesiva para la soberanía europea, es la hegemonía de Estados Unidos sobre la vieja y culta Europa.

Se le ha tratado ostensiblemente como socio menor. Estados Unidos es quien toma las decisiones, fija la estrategia, ejerce el mando, dispone de los medios militares necesarios y ensaya su nueva y criminal tecnología en el polígono europeo.

Estados Unidos aportó el 74%; de los aviones de combate y el 97%; de los de reabastecimiento. El 90%; de las bombas fueron guiadas por láser, todas norteamericanas; empleó miles de misiles crucero, desplegó por primera vez sus B-2 y gastó miles de millones de dólares financiando la casi totalidad de la operación. Fue una guerra norteamericana aunque algunos aliados se disputen los méritos o intentos de liderazgos imposibles.

Sin embargo será Europa quien pagará las consecuencias del conflicto, quien tendrá que asumir los problemas humanitarios creados con el bombardeo, probablemente quien tendrá que disponer de los eventuales recursos para la reconstrucción, y quien sufrirá en primer lugar las condiciones de mayor inestabilidad generadas en los Balcanes.

La divisa de una Europa integrada, políticamente independiente, económicamente potente y culta, ha sufrido un daño enorme. El euro ya está pagando en la Bolsa por estos errores.

Europa tendrá que replantearse sus objetivos ahora que se ha afirmado su subordinación. Queda demostrado que les duele, cuando la Conferencia de Bremen y ahora la Cumbre de la UE han acordado la creación de una «identidad y capacidad de defensa europeas».

Por otra parte, el «Nuevo Concepto Estratégico» y la «Iniciativa de Capacidades Defensivas» de la OTAN consagran su derecho a la intervención militar a escala planetaria. En Kosovo la doctrina fue llevada a la práctica aun antes de nacer.

Resulta que la OTAN, cuyo único valor era su carácter defensivo y cuya única virtud había sido la inactividad, ahora se autodeclara y actúa como policía mundial. Sin Guerra Fría ni enemigo real se convierte en una alianza ofensiva, anuncia que actuará fuera de las fronteras de sus miembros, que atacará sin ser atacada cuando considere sus intereses en riesgo y que actuará al margen de las Naciones Unidas cuando esta resulte indócil.

Nos promete que, a cañonazos, enfrentará las «amenazas globales» como el terrorismo, el narcotráfico, la existencia de armas de exterminio en masa y las violaciones de derechos humanos (curiosamente no menciona el hambre ni el SIDA) y se reservará el derecho de decidir qué es una amenaza y dónde y cuándo merecería esta convertirse en blanco de sus misiles. Prolifera el concepto de la «diplomacia al amparo de la fuerza».

El nuevo «humanismo de la OTAN», es simplemente el derecho a la «intervención humanitaria» que nadie ha definido ni las Naciones Unidas han acordado.

Los países en desarrollo tendremos que mirar a Kosovo como el lugar donde colectivamente nos han hecho más débiles frente al hegemonismo y la amenaza militar de las potencias.

Ha quedado al desnudo en los Balcanes la retórica frívola acerca de las «oportunidades» de la globalización, el mito de la «nueva arquitectura financiera» o el espejismo de la «reforma de las Naciones Unidas». Hoy están más claros los riesgos y los desafíos. Nadie nos regalará nada. No es mayor consuelo que nuestros acreedores, tripulantes del mismo barco, se hundirán con nosotros. Los países en desarrollo, juntos, tendremos que forjar por nosotros mismos nuestro futuro común en un mundo globalizado.

La Alianza es dueña de los aviones y también de los periódicos. El espectáculo de la guerra es otro producto de consumo. El mercado de la guerra y el mercado de la información han encontrado en Kosovo intereses comunes y grandes ganancias. La guerra de la OTAN ha llenado las arcas de los productores de armas inteligentes y de programas de televisión tontos.

La violencia epidémica de las sociedades que han bombardeado a la RFY no puede separarse de esta guerra. Los niños disparan en las escuelas de los Estados Unidos siguiendo en esencia la misma lógica que sus padres han seguido en Serbia.

Asistimos ahora a la manipulación de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad. Después de 79 días de desconocimiento y desacato, hoy se les usa para tratar de darle visos de legalidad a la agresión. Se ignoró la Carta y ahora se le invoca, aunque en los hechos se le haya sustituido por el nuevo «Concepto Estratégico de la OTAN». El mecanismo de seguridad colectiva ha sido sustituido, en beneficio de los poderosos, por la ley de la selva. La Corte Internacional de Justicia no declaró ilegales los bombardeos y dejó desamparado al Derecho Internacional. No es nuevo ni excepcional que se manipule a la Comisión de Derechos Humanos, pero es grave que esta no haya dicho que la campaña aérea es una violación masiva, flagrante, delirante y sistemática de los derechos humanos.

El mundo en desarrollo es quien más sufre el unipolarismo y quien más riesgos corre con el debilitamiento de las Naciones Unidas. El único que se beneficia es EE. UU. La única alternativa es luchar contra estas prácticas imperiales, defender las Naciones Unidas, restablecer el respeto y la aplicación de la Carta.


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