págª mantenida por Lorenzo Peña
Bagdad: tribuna para defender al pueblo de Mesopotamia
CORREOS PARA LA EMANCIPACION
Director: Fernando Bossi
Año V, Número 196
14 de Febrero de 2003
¡NO A LA GUERRA IMPERIALISTA, SOLIDARIDAD CON IRAK!
El 15 de febrero movilización mundial por la paz
IRAK-EL MUNDO HOY

TODOS POR LA PAZ, CONTRA LA GUERRA IMPERIALISTA.
Por Fernando Ramón Bossi


(N de R) Si bien este artículo ya fue publicado en Correos para la Emancipación bajo el título de «Por las calles de Bagdad», creemos oportuno reeditarlo ya que mantiene su plena vigencia para la hora actual.


En el año 1258 de la era cristiana, Hulago, nieto de Gengis Kan y conductor de un imperio en decadencia, arrasaba el actual territorio de Iraq, dejando atrás su siniestra huella de horror y destrucción. Hoy, como si los siglos no hubieran pasado, el bárbaro de turno se llama George Bush, conductor también de un imperio en decadencia y principal responsable del genocidio que se avecina sobre el pueblo iraquí.

El 1º de junio de 2002 se cumplieron exactamente 30 años de la histórica decisión del gobierno revolucionario del Partido Socialista Baas de nacionalizar el petróleo. Los ingleses, hasta ese momento dueños de las principales compañías petroleras que operaban en Iraq, nunca perdonaron la afrenta. Hoy, son los fundamentales aliados de los norteamericanos en la aventura bélica.

En Iraq, hace más de ocho mil años, en el neolítico, se crearon pueblos donde el hombre aprendió a labrar la tierra, criar animales, edificar casas, tejer, trabajar la alfarería, incluso hacer objetos artísticos pintados y esculpidos. Jarmo, por ejemplo, es uno de los primeros pueblos creados por el hombre. La mesopotamia nombrada en los manuales escolares, ese espacio entre el río Eufrates y el Tigris se incorporó, desde nuestra niñez, como un lugar remoto donde había tenido origen la civilización.

Acadios, sumerios, babilonios, asirios, persas, turcos y árabes marcaron a fuego una cultura que hoy aflora con una potencialidad asombrosa: mezquitas imponentes, oratorios, santuarios, esculturas de Hammurabi, leones y toros alados, monumentos a los caídos en la lucha por la independencia e imágenes de todo tipo del líder Saddan Hussein colman la visión del recién llegado a este lugar del Medio Oriente. Pueblo milenario por tradición e historia y pueblo joven a su vez, los iraquíes no son sólo la fusión de tantas culturas acumuladas, sino que también son el resultado de una realidad que se recrea cotidianamente.

Babilonia, Ur, Nippur, Uruk, Níniveh, Nimrud, Assur y tantas otras ciudades que aún hoy se mantienen, nos hablan a las claras del lugar que ocupa la investigación y la conservación del patrimonio cultural por parte de un gobierno caracterizado por su contenido nacionalista y revolucionario. Y esto es así, pese a la acción depredadora de las expediciones «científicas» europeas. La rapiña imperialista no podía permitir que esos monumentos históricos estuvieran fuera de su alcance, a miles de kilómetros de las grandes capitales. Había que mostrar al mundo (su mundo, se entiende) tales proezas de la humanidad. Era necesario apropiarse de esos ocho mil años de cultura. La decisión fue unánime: optaron por robárselas. Pedazo a pedazo, trozo por trozo desmantelaron monumentos, paseos, edificios y hasta ciudades enteras para llevárselas desarmadas a los famosos museos de Londres y Berlín. Ya los franceses habían hecho lo mismo en Egipto, los alemanes e ingleses lo hicieron en Iraq. Toda la cerámica que decoraba la puerta principal de la ciudad de Babilonia, por ejemplo, fue trasladada y rearmada en Alemania. Miles y miles de canastos llenos de piezas de no más de tres centímetros de lado fueron numeradas y cargadas en barco con destino Berlín...

Pero como es de suponer, no se pudieron llevar todo, ni mucho menos lo más importante, lo que los depredadores no podían ver o no les interesaba: la cultura viva de un pueblo que se reafirmaba, cada vez más, en su identidad nacional.

En abril de 2002, hace casi un año, fui invitado por la universidad Al Hikma (La Casa de los Sabios, fundada allá por el año 900 de la era cristiana) a participar en un Seminario que trataba sobre la globalización neoliberal y los problemas que esto acarrea a los países del Tercer Mundo. Los latinoamericanos caribeños que nos encontramos en Bagdad expusimos sobre los peligros del ALCA y la necesidad de avanzar hacia un mundo multipolar, de respeto a la autodeterminación de los pueblos. Inmediatamente coincidimos con los representantes iraquíes y también con el resto de los asistentes provenientes de todo el mundo árabe, como asimismo con los delegados europeos, africanos y asiáticos. Los pueblos se hermanaban en la idea de la construcción de un nuevo orden mundial, más justo y solidario. Mientras tanto, los ingleses seguían bombardeando el norte del país y la alianza anglo-yanqui devastaba Afganistán. ¿Qué sensación produce hoy caminar por las calles de Bagdad? En principio de dolor e incertidumbre. Observar y palpar el poder devastador del criminal bloqueo económico con que se condena a un pueblo es contundente. Diez largos años de aislamiento, asedio y boicot produce nefastas consecuencias. Entre otras, por ejemplo, un millón de niños muertos. ¿Podría ser peor? ¿Qué arma es aún más poderosa que esa invisible bomba que les han lanzado las potencias capitalistas? Pero los medios de comunicación masiva nada dicen de esto. Como tampoco nada dicen de la férrea voluntad de un pueblo que no quiere ser invadido por fuerzas extranjeras, que se siente orgulloso de haber resistido heroicamente a la alianza más poderosa que se haya visto en el mundo.

Pero en Iraq no sucede como en Panamá, lugar donde de la invasión yanqui no se habla. En Iraq la perversa alianza no logró sus objetivos. El régimen de Hussein sigue intacto y la memoria también: el impacto de los misiles «inteligentes» (que si realmente fueran inteligentes se deberían autodestruir), tanto sobre escuelas, como hospitales, fábricas, barrios o todo aquello que mínimamente se moviera, está grabado en la memoria de los veinte millones de iraquíes que sufrieron la agresión imperialista. Si es cierto aquello que siempre se dice que la memoria es la madre de la poesía, bien podemos afirmar aquí que esta memoria se presenta también como «arma cargada de futuro». ¿Dónde está por lo tanto la peligrosidad de Saddan Hussein y los iraquíes? ¿En proteger a los «terroristas» internacionales? ¿En haber creado armas de exterminio masivo? Si fuera por eso los norteamericanos tendrían que invadirse a sí mismos y autodestruirse como los misiles «inteligentes». Nada más absurdo que los argumentos de Bush. Tal vez, si indagamos someramente la realidad, veremos que en el fondo de la cuestión aparecen dos elementos centrales: el petróleo y la soberanía iraquí. Dos elementos que entorpecen los planes imperialistas en la región: uno porque es necesario para la economía norteamericana, otro porque les impide avanzar en el proyecto imperial. ¿Es posible que los yanquis logren su objetivo? ¿Es su objetivo meramente derrocar el régimen de Saldan Hussein? Sin duda que no.

Para alcanzar su meta los yanquis necesitan derrotar a todo un pueblo, aplastar su vital cultura, llenar de terror a la población e instalar un gobierno dócil a los intereses norteamericanos. Para esto la administración Bush ofrece a quienes quieran sumarse a la nueva alianza, al mejor estilo de Hulago, el nieto de Gengis Kan, un jugoso botín de guerra: parte de los pozos petroleros. La inminente confrontación tiene olor a dinero, cobardía y arrogancia imperial.

No hay que dudarlo, la humanidad está nuevamente a prueba ¿Se podrá detener esta insensata guerra? ¿Estaremos preparados para poner freno a la barbarie imperialista? ¿Miraremos nuevamente desde la televisión cómo no se ve el genocidio que se comete impunemente? El rol de todos los pueblos y gobiernos en este asunto es de trascendental importancia y especialmente en lo que concierne a los europeos. Decía un alto funcionario de la Casa Blanca, con el cinismo que los caracteriza, que la alianza y el visto bueno de los europeos ya es un hecho, que simplemente no se pronuncian públicamente por miedo a las represalias terroristas. ¿Será así? Los pueblos del Tercer Mundo tenemos muchas razones para desconfiar de la vieja Europa imperialista.

La humanidad está nuevamente ante un tremendo desafío: la barbarie imperialista o la autodeterminación de los pueblos. Actuemos a favor de la vida, la paz y la cultura. El 15 de febrero marchemos todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de todo el mundo, por la paz, contra el imperialismo depredador y por un mundo más justo y solidario

TODOS LOS ARTÍCULOS SE PUEDEN REPRODUCIR CITANDO DEBIDAMENTE LAS FUENTES: Correos para la Emancipación, Buenos Aires, Argentina.







________________ ________________ ________________
mantenido por:
Lorenzo Peña
eroj@eroj.org
Director de ESPAÑA ROJA