págª mantenida por Lorenzo Peña
Bagdad: tribuna para defender al pueblo de Mesopotamia
El yugo del imperialismo yanqui y sus sicarios

Lorenzo Peña

2004-02-06


Todo se ha precipitado. Hasta hace unos días, seguían con el cuento de las armas de destrucción masiva.

Ahora se tiran los trastos a la cabeza unos a otros, a raíz de la dimisión del cabecilla del equipo de buscadores, David Key, y sus curiosas confesiones. Sale a la palestra el Director de la CIA, George Tenet --tras haber nombrado, impertérrito, a Charles Duelfer para reemplazar a Key-- y escurre el bulto echándole la culpa a Bush. Powell, por su lado, dice `donde dije digo digo Diego'. De Tony Blair ya ni merece la pena hablar.

Ahora resulta que nadie creyó ni dijo nunca que Irak tuviera armas de destrucción masiva, ni siquiera propiamente planes, sino sólo la intención de tener la intención de concebir planes de hacer planes para, en una hipótesis, llegar imaginariamente a fabricar tales armas, o al menos un tubo de algo, o, si no, otra cosa.

Insisten en que, si todo era una fábula, en cambio hemos de creer a pie juntillas lo que nos cuenten sobre el terror de Sadán Juseín y la desgraciada situación del pueblo iraquí gimiendo bajo su tiranía, mientras que ahora son más felices porque dizque tienen libertad.

¿Qué libertad? ¿Quiénes la tienen? ¿Los tal vez cientos de miles de personas matadas, mutiladas, destripadas, tullidas y lisiadas por las hordas invasoras estadounidenses y por los despiadados bombardeos imperialistas? ¿Los manifestantes que reclaman elecciones y son acribillados a balazos por la soldadesca ocupante y sus mercenarios locales? ¿Los millones que recibían del régimen baasista un subsidio y ahora pasan hambre y están en la más espantosa miseria, sin agua ni luz ni servicios públicos de ningún tipo?

Lo que apenas ha transcendido es el clima de terror que han implantado en las ciudades de Mesopotamia los espadachines del imperialismo yanqui. En los barrios se asesina a mansalva, e impunemente, a los antiguos responsables baasistas, a toda persona que haya tenido alguna carrera política, funcionarial, o profesional, con el régimen nacionalista republicano de Sadán Juseín.

No hay estadísticas, claro. Serán cientos, serán miles, no lo sabemos; sí sabemos que son muchísimas las víctimas de esos sicarios.

Un caso entre mil: fue asesinado en Bagdad el 20 de enero del 2004 el profesor Abdul Latif Mayah (director del Instituto de estudios árabes). Otros universitarios han sido matados también por esos mercenarios. Se le reprochaba haber sido baasista bajo la presidencia de Sadán Juseín y reclamar ahora elecciones. A raíz de su asesinato su colega Ahmed Arrawí dijo que en adelante él tendría mucho cuidado para no hacer declaraciones que desagraden al ocupante estadounidense.

Otros ex-responsables baasistas caen a menudo bajo las balas de esos pistoleros a sueldo del imperialismo sin que la pseudopolicía proyanqui se digne ni siquiera hacer un paripé de indagación. Se echa tierra encima. Los esbirros tienen las espaldas cubiertas y reciben calladamente su recompensa.

Mientras tanto, nos machacan las orejas con las atrocidades de Sadán. Quieren que nos creamos todo lo que nos cuentan.

O sea: lo único en lo que sus pseudo-encuestas se rigieron por métodos presuntamente científicos; lo único que contó con el aval del equipo de investigadores de la ONU (una ONU que no es más que un instrumento de su despotado mundial); lo único en lo que han trabajado con expertos, con una apariencia de seriedad; eso único en lo que sus alegatos querían dar la sensación de exactitud, rigor y corroboración, eso era una simple patraña; en cambio: las monsergas que repiten los gacetilleros de habérselas oído unos a otros, las historias para dormir de pie que propalan los medios de desinformación sin la menor comprobación --sólo para halagar y complacer al ocupante--, todo eso hemos de creerlo con fe.

Hemos aprendido a no tener esa fe. No nos creemos nada, absolutamente nada. Antes decíamos que 50% de lo que contaba la prensa burguesa era falso y el otro 50% inexacto. Ahora sabemos que la dosis de lo falso puede tender asintóticamente al 100%.

No, el pueblo de Mesopotamia, diezmado por los sicarios a sueldo del ocupante, no ha ganado libertad alguna bajo el yugo del imperialismo yanqui.

Salvo el puñado de los paniaguados proimperialistas, nadie está mejor que antes de la invasión y de la conquista estadounidense. Todos están peor.


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mantenido por:
Lorenzo Peña
eroj@eroj.org
Director de ESPAÑA ROJA