Nota Biográfica de LA PASIONARIA

por Lorenzo Peña

Dolores Ibarruri Gómez, «La Pasionaria», nació el 9 de diciembre de 1895.

Aunque su apellido paterno suele hoy acentuarse en la segunda sílaba, como palabra esdrújula, los documentos más antiguos y la propia pronunciación de La Pasionaria hacen creer que era palabra llana, con acento tónico en la `u'.

Natural de Gallarta, provincia de Vizcaya, nieta, hija, hermana y esposa de mineros, pertenece por toda esa vinculación familiar al mundo vascongado obrero, y más específicamente minero.

Su padre era carlista, como mucha gente trabajadora y modesta de Vasconia; pero, por su modestia o por otros motivos, no quería asistir a los mítines del partido carlista, y a ellos mandaría, siendo todavía una muchachita, a su hija Dolores, la cual sobresalía como alumna en la escuela del lugar, cuya maestra quiso obtener el permiso de los padres de Dolores para que ésta siguiera los estudios de magisterio. Asistiendo a esos mítines se despertó y se empezó a formar el talento oratorio de la futura Pasionaria.

La penuria económica de la familia y los prejuicios de la época frustraron los estudios de Dolores, quien tuvo que ponerse a servir siendo una adolescente.

Tras su casamiento (1916), siendo devota de la Pasión de Jesús, empieza a usar el seudónimo de `La Pasionaria'; ya orientada a la militancia socialista, con ese seudónimo escribe su primer artículo en El minero vizcaíno, en 1918.

El 15 de abril de 1920 la agrupación socialista de Somorrostro (donde ella vivía y militaba) se suma a la fundación del Partido Comunista Español, en el cual militaría Dolores hasta su muerte en 1989. Ya en 1920 La Pasionaria es nombrada miembro del Comité Provincial del Partido. En 1921 se produce la fusión entre el P.C. Español y otra formación, reconstituyéndose con el nombre de `Partido Comunista de España'.

El nombre de guerra de La Pasionaria también ha evolucionado. En el período de su máxima popularidad todo el mundo decía `La Pasionaria', con el artículo. Ya en el exilio, tras la derrota de la República Española en 1939, pareció más fino quitar el artículo (que sonaba a oídos cultos tal vez como el que se usa en las dicciones populares `el Carlos', `el Andrés', `la Juanita'). Y así fue como se pasó de `La Pasionaria' a `Pasionaria'. Aquí seguimos la manera que fue normal de referirse a ella en el período de su esplendor político, 1931-39. Miembro del Comité Central del P.C.E. desde 1930 (cuando, caído el dictador General Primo de Rivera, el rey Alfonso XIII trataba desesperadamente de salvar la monarquía borbónica de su probable hundimiento), trabaja desde 1931 en Madrid, en la redacción de Mundo Obrero. Reelegida miembro del Comité Central en el IV Congreso del Partido (celebrado en Sevilla en marzo de 1932 y en el cual fue reemplazado el equipo de José Bullejos por el de José Díaz Ramos en la dirección del Partido); por entonces fue encarcelada, igual que lo había estado antes y lo volvería a estar después en diversas ocasiones y durante períodos más o menos prolongados; siempre por sus proclamas revolucionarias o su participación en luchas obreras que fácilmente se convertían en disturbios.

El apogeo de su vida política revolucionaria tiene lugar cuando se convierte en figura más popular del P.C.E. en 1935-39. Le granjearon enorme apoyo popular su oratoria pero, sobre todo, el involucrarse personalmente en las luchas obreras y populares. Ya diputado por Asturias (desde febrero de 1936) se encierra con los mineros en huelga, en el pozo; se planta en la calle de un suburbio madrileño junto a vecinos pobres desahuciados y cuyos modestos enseres habían sido malamente arrojados a la vía pública; y todo eso la hace inmensamente popular junto con sus discursos parlamentarios (en aquel parlamento --no como en el actual-- los diputados tenían derecho de hablar, de pronunciar discursos). Y odiada por los reaccionarios, que --según costumbre hispana-- le reprochan una supuesta promiscuidad sexual (al parecer puramente legendaria) como motivo de descrédito.

En el famoso debate parlamentario de junio de 1936, La Pasionaria pronunció uno de los más sonados y percutantes discursos de su vida (16 de junio), denunciando las maquinaciones fascistas y la preparación del golpe de estado con la complicidad de muchos militares, capitalistas y terratenientes y ante la pasividad y el dejar-hacer del gobierno. Los reaccionarios difundieron versiones fantásticas sobre ese discurso según las cuales habría amenazado a Calvo Sotelo con palabras como «¡Usted ha hablado por última vez!» y otros infundios de parecido tenor.

Al producirse la sublevación fascista en 1936, La Pasionaria despliega una titánica actividad, con sus discursos, visitas al frente, viajes de propaganda republicana --como el de París, en 1936-- con su labor de agitación, inventando o adaptando los eslóganes más célebres de la guerra (`más vale morir de pie que vivir de rodillas', `¡No pasarán!', etc.).

Es elegida Vicepresidenta de la Cortes en 1937. Idealizada por la leyenda obrera y antifascista, cantada por los poetas (Nicolás Guillén, Machado, Alberti, Miguel Hernández, etc.), todavía encuentra tiempo para proteger a los católicos de la represalia incontrolada de las masas y de la vindicta anarco-anticlerical.

Es célebre la anécdota de cómo salvó de tales desmanes a las monjas de un Convento, anécdota confirmada por testimonios de religiosas que fueron partícipes en los hechos. Una de ellas le escribió (tomo la cita del libro de Vázquez Montalbán, p. 159): `Me ha parecido que le agradaría a Ud saber, no sólo que su memoria perdura en el agradecido y amante recuerdo de las hermanas, sino en el cuadro de su patrona, la Virgen Dolorosa [que] tiene aún una inscripción al dorso que justifica su procedencia y una tarjeta de campaña con la efigie de Ud., también allí bajo la protección de Nuestra Madre del Cielo'.

Es indudable que la Pasionaria no actuó en aquella ocasión sólo por motivos humanitarios y sentimentales, sino que su acción obedecía a la línea política del Partido Comunista y de su Secretario General, José Díaz Ramos, de favorecer la restauración del orden republicano y el imperio de la ley, de poner coto a los desmanes y de propiciar así una amplia alianza republicana y el aislamiento de los fascistas, atrayéndose o neutralizando también a los católicos respetuosos del orden constitucional. Pero eso no estaba reñido con obrar a tenor de sentimientos.

En particular hay un motivo que reaparece en discusiones ulteriores de la Pasionaria (a pesar de que, al alejarse de 1939, sus escritos y alocuciones pierden brío, vigor y enlace con la realidad española), a saber: que, no habiendo nacido nadie comunista (ni republicano, ni demócrata, ni...), habiendo accedido cada uno a las posiciones que profese en un momento a partir de otras, no ha de mirar con condescendencia o con desprecio a quienes hoy defienden esas otras que él ha abandonado, sino de algún modo tender un puente, facilitar un diálogo con mutua comprensión. ¿Es ésta una especulación?

Creo que se puede documentar esa atribución a la Pasionaria citando frases de sus escritos y discursos, y declaraciones en sus autobiografías. Además tampoco es una gran novedad, pues muchas indicaciones así abundan en la vieja prosa marxista-leninista, aunque posiblemente con otros matices, tal vez con una idea de corte o de ruptura (salto, conversión, renacimiento mental) que no se aprecian en la visión, más continuista de la Pasionaria (quien se guía seguramente más por el sentido común que por dictados o imperativos de una gran teoría). En cualquier caso, no deseo aquí sino emitir esa conjetura, que juzgo fundada, y no adentrarme en probar que lo es --tarea siempre ardua.

Está controvertido cuál fue su papel en los momentos póstumos de la resistencia republicana en los primeros meses de 1939, pero parece acreditado que hasta el último minuto defendió la causa de continuar la resistencia hasta el fin y no rendirse.

Desde su exilio en 1939, La Pasionaria ya no volvió a ser la gran figura de la lucha popular y obrera. Se había formado autodidácticamente, pero era persona temperamental, espontánea, que necesitaba, como la savia, el contacto con el pueblo, con la masa. En el exilio ruso, su aportación fue disminuyendo y haciéndose menos valiosa.

Accede a la Secretaría General del Partido en 1942 (cuando se suicida, por los padecimientos de su grave enfermedad, José Díaz); en 1960 (VI Congreso, enero de 1960) dimite y es nombrada Presidenta del Partido. Pero se eclipsa su papel real. Desde 1956 el jefe efectivo es Santiago Carrillo Solares, un líder de las juventudes socialistas que ingresó en el PCE en 1936. La Pasionaria, desde 1956, avaló la línea de reconciliación nacional del nuevo jefe fáctico del Partido Comunista, si bien en sus propios discursos siempre se notaron otros acentos y otros matices que faltaban en la prosa de Carrillo.

En 1977 regresa a España tras 38 años de exilio. Es reelegida --de nuevo por Asturias-- diputada (ahora ya se decía `diputada' y no `diputado'); pero nulo o escasísimo papel jugó La Pasionaria en aquellas amañadas Cortes bicamerales en las que se tramó y se urdió la hoja de parra constitucional del poder borbónico restaurado.

En 1983 participa en la manifestación de solidaridad con las Madres de la Plaza de Mayo argentinas.

Muere en Madrid en 1989. Pronuncian las elegías Rafael Alberti y Julio Anguita, que poco antes había sido elegido Secretario General del Partido Comunista de España.


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