Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, defensor de los derechos de los inmigrantes ilegales de color **Nota** 2_1

Lorenzo Peña

Estamos reunidos para rendir un homenaje póstumo a uno de los más descollantes estudiosos españoles de la filosofía en el siglo XX, Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio. Si no podemos pretender que nos haya legado un enfoque filosófico nuevo o una aportación radicalmente original al pensamiento filosófico, sí nos deja un acercamiento --que prácticamente fue iniciado entre nosotros por él-- a la gran temática de la lógica matemática así como una ligazón estrecha entre el filosofar, por un lado, y, por otro, el fomento de métodos rigurosos de investigación y la atención a las disciplinas del saber en las que se utilizan. Déjanos también el énfasis en el estudio de Leibniz, modelo como ningún otro, en siglos recientes, de un filosofar riguroso, argumentativo, racional, íntimamente vinculado al examen y a la implementación de procedimientos pulcros de inferencia, e.d. al cultivo de la lógica matemática.

Mas el aporte de nuestro gran pensador Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio va mucho más allá. Acabo de referirme a su significación como adalid de la lógica matemática; dentro de ello, y más particularmente, Miguel Sánchez-Mazas ha sido un cultivador destacado de la lógica deóntica, o sea de la investigación acerca de qué inferencias sean correctas en las que estén esencialmente involucrados términos de deber y derecho. Sin ese estudio no puede haber un tratamiento racional de la normatividad que rija en nuestra sociedad humana ni, por lo tanto, un enfoque jurídico que escape a la arbitrariedad.

Esa vertiente de su pensamiento se enlaza directamente con otra faceta: Miguel fue también casi el introductor en España de un afán ni menos loable ni menos cargado de significación para la filosofía: una preocupación por la dignidad de todos los miembros de nuestra especie que desemboca en la convicción de que los humanos, ligados por un nexo de hermandad, están sujetos a obligaciones mutuas de respeto y ayuda que sobrepujan a cualesquiera derechos particulares dimanantes de circunstancias contingentes de nacimiento, patrimonio genético o incluso mérito o demérito.

Parece haber sido idea suya la de que ningún humano puede estar sujeto a obligaciones en virtud de circunstancias fortuitas de su cuna de las que queden exentos otros humanos, asimismo en virtud de sus propias circunstancias de la misma índole.

Botón de muestra de esa convicción fue su campaña casi solitaria a favor de los derechos de los inmigrantes ilegales en España. A otros hay que agradecerles el haber elevado su voz a favor de los inmigrantes legales, de los que han pasado por los cauces y conductos de las oficinas del estado español. Él fue más lejos, e implícitamente propugnó que se otorgara a todos los hermanos de la especie humana el derecho a emigrar de cualquier país y a entrar a vivir en cualquier parte del planeta, sin discriminación.

Su posición nos recuerda la tesis del gran colectivista inglés del siglo XVII, Gerard Winstanley, líder de los true levellors durante la revolución cromwelliana; la tesis de que la Tierra es propiedad común del género humano. Miguel Sánchez-Mazas no desarrolló ese punto de vista, sin embargo; mas su denuncia de las injusticias que padecen los inmigrantes ilegales apunta en esa dirección.

El diario madrileño El Independiente del sábado 23 de junio de 1990 contiene un artículo de Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, del que entresaco las frases que siguen:

Esa conciencia ciudadana [capaz de ... abordar una lucha social y política contra la discriminación y la injusticia social en todos los planos] debe arrancar de la constancia de que todos los casos individuales de flagrante injusticia contra los trabajadores de color, que por su carácter especialmente inhumano y odioso saltan a los medios de comunicación..., no son, en realidad, más que las puntas que emergen de un gigantesco iceberg, que no es sino la base, crecientemente racista y discriminatoria, de la normativa sobre inmigración de trabajadores no europeos desarrollada por la Administración española y por la Comunidad Europea...
Es moral y socialmente incuestionable que el disfrute de los «derechos humanos» fundamentales, reconocidos y proclamados por las «Naciones Unidas» y suscritos por España, no puede estar condicionado para cientos de miles de trabajadores «inmigrados», sobre todo «africanos», a una situación de «ilegalidad» que se prolonga durante años y que ha sido provocada y tolerada por... nuestras autoridades. Resulta, pues, indispensable y urgente que... se busquen las fórmulas generosas y humanas para llegar a una «legalización» general... de ese extenso colectivo que está contribuyendo en condiciones penosas a la prosperidad de nuestro pueblo, reparando así en lo posible el daño que se les ha causado.
El artículo va más lejos, llamándonos a una `urgente campaña nacional de apoyo y desagravio a los millares de inmigrantes de esas razas desgraciadas que la nueva Europa «progresista» y discriminatoria en su última fase de gestación hoy oprime, explota y apalea «a domicilio»'.

Denunciando las atrocidades y vejaciones perpetradas por los poderosos e influyentes grupos racistas españoles, amparados por nuestro establishment, contra los pobres inmigrantes de color, Miguel Sánchez-Mazas añade:

Y como remate de estos hechos vergonzosos, el hecho, en definitiva, de mayor alcance moral y social: la segura impunidad de los delincuentes autores de tales agresiones físicas y vejaciones morales y la práctica imposibilidad de que prospere ningún tipo de reclamación de indemnizaciones para la víctima... Nuevos precedentes que, unidos a una larga sucesión de casos análogos, vienen a consolidar de modo inquietante en el mundo de los trabajadores inmigrados, especialmente de color, una situación escandalosa de violación permanente de las más elementales exigencias de la justicia, la humanidad y el Estado de derecho...
Miguel Sánchez-Mazas denuncia --sin tapujos y en los términos más enérgicos-- el hecho de que `las autoridades españolas de toda laya, rango y jurisdicción, ... gracias a esa ley del silencio, se inhiben de toda intervención, lavando sus sucias y tolerantes manos, aunque no su conciencia ni su prestigio'.

Dudo que nadie haya expresado con palabras más audaces o más certeras el real estado de cosas en que vivimos.

Acabamos de pasar por un proceso electoral en el cual los contrincantes han aireado diversos motivos que, a juicio de cada candidato, habrían de llevar razonablemente a los electores a darle a él su sufragio a cambio de unas promesas generalmente muy vagas. Esperaría uno que los grandes asuntos de la vida real y cotidiana de la gente no estuvieran ajenos a esos debates. Sin embargo, uno de esos asuntos, hasta donde yo sé, sí ha quedado casi enteramente al margen de las controversias electorales: el de nuestra seguridad y la de nuestros hermanos inmigrantes frente a los desmanes de los grupos de cabezas rapados.

Así, mientras que se dedica a menudo la mayor parte del espacio y el tiempo informativo a asuntos relacionados con una pequeña organización terrorista de una región del Cantábrico, cuyo número de miembros y simpatizantes es tal vez inferior al de una de las bandas de cabezas rapados sólo en la provincia de Madrid, se silencia la amenaza de estas bandas en toda España.

Es difícil llegar a conclusiones claras o firmes, dado lo fragmentario, ocasional y esporádico de la evidencia que se nos permite conocer al respecto. Mas, en tanto en cuanto quepa proceder por inducción, infiere uno que están quedando impunes la abrumadora mayoría de los asesinatos perpetrados por esas bandas y desde luego sus perpetradores; ocúltanse igualmente mil y un desmanes, atropellos, oprobios que acarrean dolor aunque no lleguen al crimen.

Las principales víctimas son los inmigrantes, sobre todo los ilegales, más indefensos que los otros, temerosos incluso de denunciar el daño que se les inflige. Mas ha habido también muchas víctimas de las llamadas blancas y con DNI, incluso unos cuantos jóvenes de ambos sexos en la provincia de Madrid, matados sin que hasta la fecha hayan sido sentenciados por la justicia sus asesinos. Más de uno se preguntará si, dada esa situación, existe de veras entre nosotros el imperio de la ley. Y, de no existir, salta al aire la cuestión de si disfrutamos genuinamente de un estado de derecho. Mientras no dispongamos de un estudio estadístico y pormenorizado de toda esta tenebrosa problemática, hay lugar para la duda.

Una vez más, vemos que el destino de los humanos nos condena a la solidaridad fraternal. Cuando, y en la medida en que, seamos solidarios, nos defendemos a nosotros mismos contra una eventual extensión inmotivada de la injusticia. Cuando, y en la medida en que, consentimos a que las víctimas indefensas sufran agresiones y vejaciones, damos nuestro aval a la perpetración de una injusticia; y la injusticia, por su carácter irracional, arbitrario, que entroniza lo fortuito y circunstancial como base para el trato que quepa dar a unos u otros seres humanos, puede siempre sufrir una extensión o inflexión tan caprichosa o aleatoria como, por su propia naturaleza, es de suyo cualquier práctica o hábito de injusticia.

`Sé compasivo y acogedor para con el inmigrante, que inmigrante fuiste en la tierra de Egipto, en casa del Faraón'. Los españoles sabemos algo de eso. Muchos de nosotros tuvimos que comer el amargo pan del exilio y ser inmigrantes ilegales. No queremos hacer a otros lo que no quisimos que se nos hiciera. No queremos que los cameruneses, guineanos, marroquíes, peruanos o dominicanos que vienen a trabajar honradamente entre nosotros --aun sin pasar por los puestos de control oficial (igual que no pasamos nosotros cuando fuimos a países de Europa y América Latina)-- sean tratados peor de como quisimos ser tratados los emigrantes españoles en Francia, Argentina, México o en tantos otros países.

Rememorando el legado intelectual y humano de Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, esforcémonos hoy por continuar su empeño y su labor.




2_1.

Conferencia pronunciada en un acto en homenaje a la memoria de Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio, en un salón de actos del CSIC, Madrid, en la noche del lunes 11-03-1996. Otros participantes en el acto fueron Carlos París, Julián Marco, F.J. Díez Ausín, Antonbio García Santesmases, Javier Muguerza y Enrique Trillas.volver al cuerpo principal del documento




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