Algunos Aspectos del Pensamiento Filosófico-Político de Lenin en 1914-1915

Lorenzo Peña


Véase también:
  1. comentario sobre el opúsculo de Stalin Materialismo dialéctico y materialismo histórico
  2. estudio introductorio al Manifiesto Comunista de Marx y Engels
  3. «Dialéctica, lógica y formalización: de Hegel a la filosofía analítica»

§1.-- Consideraciones preliminares

En el verano de 1914 estalla la I guerra mundial. Termina así un larguísimo período de paz general en Europa, que había durado 99 años (desde la derrota de Napoleón en Waterloo en 1815). Durante ese período había habido una serie de guerras, mas todas habían sido localizadas y generalmente muy cortas (campañas de pocos meses salvo la guerra de Crimea, de 1853-56). En todo caso, desde 1871 había reinado la paz entre las potencias --únicamente había habido guerras localizadas en los Balcanes. Claro que se habían producido otras guerras (como la agresión de los EE.UU contra España en 1898) que habían ido quebrantando el orden jurídico internacional, sin que hubieran tenido demasiado éxito los intentos de reconstruirlo y consolidarlo (como los convenios de La Haya de 1899 y 1907).

A grandes rasgos, el hecho es que la obra del congreso de Viena de 1814-15 había dado frutos: precaria, a veces interrumpida momentáneamente aquí o allá, la paz había reinado entre las potencias europeas. Y es que ese cónclave monárquico reaccionario había tenido, curiosamente, la preocupación de establecer algo que tuviera visos de ser una paz justa y no el dictado despótico de un vencedor.

Terminaba ese período tranquilo durante el cual se había puesto en marcha la evolución hacia sistemas políticos democráticos, mas en lo tocante a reformas sociales la cosecha era insignificante. Apenas un comienzo de medidas de escasísima protección social. Básicamente la legislación social apenas había dado pasos en ese largo período de paz y de relativa prosperidad.

Aun así, el ambiente era propicio para que las fuerzas proletarias se amoldaran, como lo habían hecho, a los regímenes liberales burgueses.

El brutal estallido de la guerra --que muchos habían anticipado y que muchos otros habían descartado de antemano como impensable-- dio al traste con las rutinas, con las expectativas y los hábitos. Se imponía replantear muchas cosas ante la durísima realidad de una guerra que acarreó en seguida un enorme número de muertos. Los círculos dirigentes que se enorgullecían de su civilización, que proclamaban su humanidad, habían conducido a las naciones a una hecatombe y, ordenando la acción de los ejércitos, estaban causando una matanza como no se conocía en la historia europea desde siglos atrás.

Lenin sufre, como cualquier otro, el embate y el desafío de esa nueva situación. Mas a él no lo coge de sorpresa, porque su teoría era la de la inevitabilidad de las guerras bajo el capitalismo y la de que a los períodos de paz y de relativa tranquilidad suceden inexorablemente tiempos de disturbios y de revolución. Él había preparado un partido armado con la perspectiva de una lucha conspiratoria por la toma revolucionaria del poder. A quienes actúan con esa perspectiva, naturalmente, el estallido de algo tan sumamente grave como una guerra mundial no les produce la consternación y el resquebrajamiento o hasta el derrumbe de ideas y de planes que produce a quienes creían tener ante sí un horizonte ilimitado de paz y tranquilidad.

Sin embargo, viraje también tenía que haber para Lenin como para cualquiera. En en momento de estallar la guerra, Lenin estaba empeñado en una lucha por la construcción de un partido bolchevique clandestino, en contra de los deseos de la corriente liquidacionista, la cual pensaba que el margen de libertad concedido por la monarquía zarista era suficiente y que había de abandonarse todo trabajo organizativo que no se desarrollara en los marcos de esa legalidad. Junto con ello Lenin estaba enfrascado en una polémica con Rosa Luxemburgo a favor del derecho a la autodeterminación de las naciones.

Esas luchas hacían que él se sintiera preparado, y lo estuviera, no para lanzar a priori promulgamientos sobre la situación y las tareas sociales del momento, pero sí para adaptar a la marcha real de los acontecimientos los esquemas previos. Lenin estaba listo para asumir ese reto, mas no por ello dejaba de presentarse tal reto.

Al estallar la guerra, Lenin, que se encontraba viviendo en la Polonia austriaca (Galitzia), es detenido y expulsado y se traslada a uno de los pocos países neutrales, Suiza. Curiosamente allí una de sus primeras tareas va a ser entregarse a una exhaustiva [re]lectura de la principal obra filosófica de Hegel, la Lógica. Al compás de esa lectura, y a modo de glosas, escribirá unas anotaciones (nunca destinadas a publicación y que aparecerán años después de su muerte), que constituyen el núcleo de la colección de apuntes llamada `Cuadernos filosóficos'.

Las ideas que se perfilan en esos apuntes no ofrecen ninguna novedad radical, pero sí confirman y perfilan mejor ciertas ideas de Lenin, ya esbozadas, ocasionalmente, en sus escritos anteriores. Lo que aquí nos interesa es cómo esas ideas, además de merecer un examen filosófico, van a inspirar decisivamente el contenido y los argumentos de los numerosísimos trabajos que Lenin dará a la prensa en esos años acerca de la guerra, de sus causas, de la actitud de los partidos obreros hacia la misma, de las tareas a que habían de enfrentarse tales partidos y del horizonte en el que habían de trabajar.

La íntima conexión entre las ideas filosóficas y los grandes principios perfilados en sus escritos sobre la guerra (especialmente los de este período inicial de 1914-16) es lo que va a constituir el tema de las reflexiones que siguen.


§2.-- La relectura de Hegel como fuente principal del ahondamiento en la significación del método dialéctico

En una serie de artículos y libros recientes, varios estudiosos han coincidido en señalar la conexión entre la evolución del pensamiento político de Lenin durante la primera guerra mundial --y particularmente durante el período inicial de la misma-- y las reflexiones filosóficas que dejó consignadas en sus Cuadernos Filosóficos, nunca destinados a la publicación --principalmente sus notas sobre la Lógica de Hegel.NOTA 1_1

Los estudiosos han señalado con razón que no se da una mera coincidencia temporal sino también un nexo más íntimo entre el renovado interés de Lenin por la filosofía de Hegel y los nuevos desarrollos de la reflexión política del líder bolchevique suscitados por el estallido de la primera guerra mundial; y también han subrayado con sobrada razón que ya en escritos muy anteriores Lenin había esbozado o apuntado varias de las ideas centrales que aparecen ahora tanto en sus apuntes filosóficos cuanto en sus múltiples panfletos políticos.

Los mencionados autores recalcan, en efecto, como tema central que liga ambos grupos de escritos --y que hunde sus raíces en el pensamiento de Lenin anterior al torbellino de 1913-- la idea de la concreción de la verdad. Esa idea se articula en una serie de principios que Lenin defiende tanto como rasgos de la realidad cuanto como pautas metodológicas de un abordaje adecuado de esa misma realidad.

Uno de esos rasgos es el del detalle. Cada entidad o hecho real tiene una multiplicidad de lados, de facetas, de relaciones, o sea: es un todo en el que cabe hallar una enorme pluralidad de detalles; el estudio de esa entidad o de ese hecho ha de ser, pues, detallado, y sólo ese estudio detallado, meticuloso, minucioso descubrirá cómo resultaban inevitables determinadas modificaciones, determinadas alteraciones que se presentan como virajes. (Tales ideas vienen articuladas en el folleto de 1904 Un paso adelante, dos pasos atrás,NOTA 1_2 p.ej.)

Todo eso puede parecer una perogrullada. ¿Quién va a negar que así sea? ¿Quién va a pretender que basta estudiar las cosas a bulto, con grandes trazos, sin atender a los detalles? Mas no hay tal perogrullada. Justamente desde la óptica del marxismo (o de cualquier otra doctrina que aspire a determinar las esencias de los hechos sociales y a establecer leyes y predicciones en virtud de tales esencias) cabe conjeturar que el detalle dispersa, que la minucia aparta de lo esencial. Mas justamente eso es lo que Lenin juzga objetable en el pensamiento de muchos marxistas: que no ven que lo único que funda la previsibilidad de un cambio es la realidad de un hecho social en toda su complejidad, en todo su detalle. Los grandes rasgos no permiten predecir ni aun al mejor informado.

En esa misma línea, Lenin, ya en esa etapa, había rechazado cualquier tipo de abstractivismo: la verdad siempre es concreta. Y es que cada enunciado general --y, por ende, cada regla general-- únicamente toma en consideración una parte de los hechos reales, y por ello acaba estrellándose contra la realidad multifacética, inmensamente compleja, que desafía toda simplificación y, por lo tanto, toda generalización. Las generalizaciones son simplificadoras y --en lo tocante a los hechos sociales-- siempre parcialmente falsas, por abstractas. La verdad plena y sin mezcla de falsedad estaría en un reflejo cabal de las cosas en su concreción; a lo cual no podemos sino tender; mas hemos de ser conscientes de esa tendencia y no hemos de contentarnos con fórmulas generales, que en el mejor de los casos son aproximaciones provisionalmente válidas.

Tales puntos de vista los hallamos hilvanados en la pluma de Lenin en escritos políticos de los años 1905 y siguientes. Y también están presentes en la polémica de Lenin en ese período (años 1906-10, grosso modo) no sólo contra el menchevismo, sino también contra el otsovismo o boicotismo (desgajamiento de izquierda de la corriente bolchevique, que preconizó no participar en las elecciones fraudulentas convocadas por el zarismo). Unos y otros, mencheviques y boicotistas, incurren en abstractivismo, se aferran a fórmulas que se han convertido en clichés, en frases hechas, en recetas que quieren aplicar sin atender a las circunstancias nuevas y cambiantes, las cuales motivan que ciertos hechos sociales, aun compartiendo rasgos esenciales comunes con otros del pasado de índole similar a la suya, ofrezcan a la vez facetas nuevas --debidas a las particularidades de la nueva situación, tomada en toda su infinita y concreta particularidad-- en virtud de las cuales escapan al ámbito de aplicabilidad de esas tesis generales y, por lo tanto, requieren planteamientos nuevos, soluciones nuevas, planes nuevos.

En el plano filosófico también ese espíritu dialéctico llevó a Lenin a estudiar, en su Materialismo y empiriocriticismo (1908),NOTA 1_3 problemas de teoría del conocimiento justamente en oposición --también en ese terreno-- a la orientación de algunos de los líderes de la rama desgajada de los otsovistas. A menudo se ha querido ver en la evolución de las ideas filosóficas de Lenin una dicotomía muy marcada entre el materialismo o realismo ingenuo de Materialismo y empiriocriticismo, supuestamente no dialéctico, y la orientación recalcadamente dialéctica --y presuntamente menos realista-- de los Cuadernos o apuntes filosóficos del período posterior (en torno a 1914).NOTA 1_4

Paréceme muy dudoso que sea así. Para empezar porque la motivación básica es la misma: frente al abstractivismo, recalcar lo concreto; frente a las proposiciones universales o generalizaciones esquemáticas, la busca de lo real en su complejidad nunca plenamente alcanzable y que nos fuerza --yendo en pos de su inabarcable riqueza-- a modificar nuestros esquemas una y otra vez, a adaptarlos, a no ceñirnos a lo consabido sino alterarlo sin cesar en aras de ajustarnos mejor a la realidad y poder hacer planes más acertados.

Esa idea supone dos cosas. Lo primero que supone es que la realidad es como es, más allá de nuestros esquemas, irreducible a éstos, desbordándolos, siempre más compleja, más desconcertante, más concreta que cualquier esquema; y eso significa, entre otras cosas, que la realidad existe en sí misma y no es producida ni moldeada por nuestros esquemas, por nuestras ideas; eso significa que no vale atenerse a una realidad «según viene configurada por el sujeto humano», o sea según viene reflejada --pero también simplificada, esquematizada, y así parcialmente deformada--; eso significa que hay que corregir una y otra vez nuestros planteamientos para acercarnos más a una realidad que se burla de nuestros esquemas, que se complace en desconcertar a quienes se aferran a fórmulas generales.

Lo segundo que supone esa idea es que nuestros esquemas, nuestras formulaciones reflejan esa realidad parcialmente (y, al hacerlo sólo parcialmente, también en parte la deforman); que el esquema, la formulación general, tiene algo de abstracto, de empobrecido, de simplificado, en comparación con la realidad, rica y compleja. Nuestros pensamientos, cuando encierran verdad, alguna verdad, aunque sea --como no puede por menos de ser-- verdad parcial, verdad no exenta de algo de falsedad (por ser simplificadora, esquematizadora), cuando encierran verdad aunque sea así, reflejan la realidad. Pero la reflejan sólo aproximativamente, no con exactitud.

Ésas son las ideas de Materialismo y empiriocriticismo: no le son ajenas a Lenin en esa etapa de su pensamiento filosófico-político, ni brotarán tras la relectura de Hegel en 1914. Al revés, esas ideas, en el período de 1908, juegan un papel central en sus reflexiones, porque Lenin reprocha al otsovismo el concebir, tanto filosófica cuanto políticamente, que la realidad la configuramos un poco nosotros, según nuestros esquemas, que lo que cuenta es la realidad que nosotros configuramos y según la configuramos desde nuestro pensamiento, desde nuestra subjetividad. De ahí el error voluntarista y el ultraizquierdismo del otsovismo, similar por el otro extremo al error menchevique que también ignoraba la realidad en su concreta riqueza.

Tal línea de pensamiento no viene en absoluto desmentida por el giro de las reflexiones de Lenin en los años 1914 y siguientes. No se da, como algunos intérpretes han creído, un cambio en el sentido de que antes de 1914 Lenin creyera en la teoría del reflejo (que nuestro pensamiento refleja la realidad) y sólo en 1914 se diera cuenta de que, en parte, es el pensamiento, desde sí mismo, el que configura, no desde luego la realidad en sí, mas sí la realidad según es para nosotros, la realidad como objeto de nuestro pensar y de nuestro hacer.

No hay tal viraje. Antes y después de la relectura de Hegel en el otoño de 1914 Lenin ve a la realidad como desbordando infinitamente nuestro pensamiento y a éste como esquematizando y, en parte, así deformando a la realidad; por ende, ve en nuestras verdades verdades parcialmente falsas, verdades afectadas por algo de falsedad; y concibe como único método acertado el de ir en pos del detalle, de la riqueza infinita de los hechos sociales en su particularidad, corrigiendo los esquemas preconcebidos en aproximaciones más atinadas, más detalladas, menos esquematizadoras.

Antes y después de esa relectura de Hegel, Lenin ve también al pensamiento humano como afectado por una inevitable tendencia a la generalización empobrecedora, esquematizadora.

Pero, antes y después de esa relectura de Hegel, Lenin ve en el acercamiento asintótico a la realidad en sí, a la infinitamente compleja y nunca plenamente abarcable realidad objetiva, la única tarea cognoscitiva digna y válida, la única que puede fundar una racionalidad práctica. No ve nunca como tarea el reflejar, en lugar de la realidad en sí, una realidad para nosotros, una realidad que venga subjetivamente configurada por el sujeto humano. Lo que viene de la configuración subjetiva es la simplificación, la esquematización, de la cual hay que huir en la medida de lo posible.

Por eso, antes y después de la relectura de Hegel del otoño de 1914, Lenin ve al pensamiento humano, en tanto en cuanto sea correcto, en tanto en cuanto encierre verdad (verdad parcial, pero verdad al fin) como un reflejo de la realidad; un reflejo inexacto, un reflejo que en parte deforma, al prescindir de algo de lo que tiene la realidad en su concreción; pero, de todos modos, reflejo.

Lo que no ha solido ser tan tomado en consideración por los estudiosos es el vínculo entre la afirmación de la contradictorialidad de las cosas y esas ideas de Lenin (que ya están presentes, según lo hemos visto, en la etapa anterior al otoño de 1914, aunque Lenin consiga posiblemente plasmarlas en locuciones más precisas, más logradas, en escritos de los años 1915 y siguientes, y aunque, desde luego, jueguen en éstos un papel todavía más central).

Tampoco se trata de una novedad absoluta. Lenin no describe en 1914, releyendo a Hegel, que las cosas son contradictorias. Ni descubre entonces el nexo entre concreción (riqueza, detalle) y contradicción. Pero la relectura de Hegel lo lleva a colocar ese vínculo mucho más en primer plano.

Aunque se ha debatido mucho acerca de si la palabra `contradicción' en Hegel y en sus seguidores materialistas (Marx y Lenin) ha de tomarse en sentido estricto o no, y aunque un debate a fondo acerca de esas cuestiones de interpretación cae fuera de este trabajo, queda claro que mi propia lectura de los textos tanto del filósofo alemán como de los pensadores materialistas dialécticos se inscribe en la órbita de una lectura literal. Hegel, Marx y Lenin no dicen de manera paradójica banalidades llamando `contradicción' a algo que no fuera una contradicción, sino que dicen lo que quieren decir y quieren decir lo que dicen, llamando `contradicción' a una contradicción. No se sigue de ello que estén dispuestos a abrazar cualquier contradicción, que, cada vez que alguien los acuse de caer en contradicciones, hayan de rendir sus armas y proclamar: ¡pues sí, una contradicción verdadera más! No, claro, ni Hegel ni Marx ni Engels quieren caer en contradicciones; en el sentido de que no quieren que de sus asertos se sigan, por inadvertencia, contradicciones que no han previsto, que se siga la negación de ciertas afirmaciones que son sólo verdaderas (y no verdaderas-y-falsas). Quieren estar en contradicciones (no caer en ellas); estar en ellas en aquello que crean que la propia realidad es contradictoria.

Y ¿en qué es contradictoria la realidad? Justamente se perfila una respuesta mejor, más ilustrativa, a esa cuestión siguiendo las glosas de Lenin a los fragmentos que él extracta y comenta de la Lógica de Hegel.

Cada entidad y cada hecho histórico es una totalidad infinitamente compleja. Está constituido por una muchedumbre inabarcable de facetas, está inserto en una multitud también inabarcable de relaciones con otras cosas y otros hechos.

Inserta en esa infinita multirrelación con otras cosas y afectada así de una pluralidad inacabable de rasgos, cada cosa tiene particularidades que desmienten ciertas generalizaciones que se hagan sobre ella (a pesar de que tales generalizaciones puedan ser parcialmente fundadas). Las desmienten porque una generalización abstrae unos rasgos omitiendo otros.

Al abstraer el rasgo A, se omite, justamente, el rasgo no-A. Y el hecho real contiene contradicciones, está afectado por contradicciones, posee siempre algún par de propiedades mutuamente contradictorias. Justamente por su complejidad, el hecho junta en sí rasgos opuestos. Y de esos rasgos la representación mental que nosotros hacemos, el reflejo que diseñamos o que trazamos en nuestras teorías, selecciona uno u otro. Desde luego que una teoría acertada ha de reflejar los dos rasgos, ha de decir, no `o', sino `y'; ha de matizar, y no atenerse a la simpleza del sólo `sí' o sólo `no'. Sin embargo también es cierto que el `sí y no' es a menudo poco útil y puede, a su vez, ser engañoso, porque puede entenderse que tanto monta el `sí' como el `no'. Y en cada cosa, normalmente, prevalece uno de los dos polos o lados de la contradicción. De suerte que nuestro pensamiento yerra más reflejando el lado menos realizado o incluso uniendo ambos copulativamente que reflejando sólo aquel lado de la contradicción que prevalezca. Y, cuando ese polo o lado prevalece considerablemente, es él el que prevalentemente hemos de reflejar. Pero sin olvidar que la realidad también encierra y contiene lo opuesto; sin desconocer que esa verdad es sólo parcialmente verdadera, y que lo opuesto también tiene algo de verdad, también refleja un rasgo real, aunque menos realizado.

Esa visión de Lenin se perfila mejor en otra formulación recurrente en los escritos de estos años (1915 y sucesivos): la de la mezcla. Las cosas en la realidad no están puras, sino que se dan mezcladas. Cada hecho social se da inserto en un complejo de hechos multifacético, variopinto; y, dentro de cada hecho, cada rasgo, cada faceta, cada componente o hecho parcial integrante se halla vinculado o entrelazado con los demás, formando un todo heterogéneo. Así, en esa mezcla, en esa fusión, hay siempre al menos algunas facetas mutuamente contradictorias. Pero justamente porque esa contradicción se da en la mezcla, como consecuencia inevitable del estar las cosas mezcladas, normalmente hay un lado que prevalece y otro que es menos acusado, que es más marginal, menos característico, y cuya afirmación es, por consiguiente, menos verdadera.

Lo reprochable en el pensamiento no-dialéctico es, así, la unilateralidad (Cuadernos Filosóficos,NOTA 1_5 pp. 128-9: `una determinidad unilateral que, en cuanto tal, carece de verdad'). La verdad se alcanza en la relación recíproca de tales determinaciones: `Toda cosa concreta, todo algo concreto, se da en relaciones diversas y a menudo contradictorias con todo lo demás; ergo: es ella misma y otra cosa' (Cuadernos Filosóficos, p.131). Tal es la ley de la contradicción.

Luego, para Lenin, no hay dos leyes de la dialéctica yuxtapuestas; una, la ley de interconexión, o principio de totalidad (que excluye aislar a las cosas unas de otras, o a sus facetas o componentes de otras facetas u otros componentes); y otra, la ley de contradicción (que sostiene que cada cosa encierra alguna contradicción verdadera). Son dos lados de lo mismo: de la realización de contradicciones en las cosas en virtud de la infinita complejidad de las cosas mismas, de la infinita complejidad de cada cosa, cada hecho, y cada cúmulo de hechos, incluyendo el cúmulo universal; esas leyes son, pues, plasmaciones de un principio universal de mezcla, a cuyo tenor todo se da en una mezcla heterogénea que incluye la combinación de rasgos mutuamente contradictorios u opuestos; y así `todas las cosas son contradictorias en sí mismas' (Cuadernos Filosóficos, p.131).

De lo anterior se desprenden importantes conclusiones. Una de ellas es que (Cuadernos, p.138), puesto que cada cosa contiene múltiples determinaciones de contenido, múltiples relaciones y perspectivas, cabe encontrar argumentos a favor y en contra. ¿A favor y en contra de cualquier tesis? Lenin no lo dice porque nunca llega a sostener ni a sugerir que la cosa real posea todas las determinaciones mutuamente contradictorias. Sólo dice que posee al menos algunas determinaciones mutuamente contradictorias. Y de ahí se sigue que cabe hallar argumentos a favor y en contra de la atribución a la cosa de algunas propiedades --y por ende de adscribirle ciertas caracterizaciones de las que se sigan tales o cuales previsiones.

Sería eclecticismo, piensa Lenin, quedarse en eso; lo que es menester es buscar qué prevalece y cuánto; qué es lo que refleja más y mejor el tenor propio y concreto de los hechos histórico-sociales que se están considerando en cada caso. Y además, como la realidad es cambiante, nuestro reflejo cognoscitivo también ha de serlo. No hay que rehuir la contradicción, pero tampoco quedarse meramente en enunciar la contradicción, sino reflejar el devenir de los hechos mediante un pensamiento también en devenir que vaya recalcando, unas veces este lado de la contradicción, otras veces aquel otro lado, a tenor de los cambios reales. (Cuadernos, p.185); en un proceso de acercamiento inacabado, perpetuamente autocorrectivo, indefinido.

En segundo lugar --y junto con esa necesidad de acudir a un indefinido proceso de rectificación y acercamiento a una realidad en mutación-- Lenin subraya otra consecuencia metodológica de esas ideas: lo limitadamente válido o verídico de muchas de nuestras categorizaciones, lo relativo, fluido y parcialmente inexacto de muchas de nuestras subsunciones de lo particular en lo general, de muchos de los denominadores comunes que aplicamos a cosas cada una de las cuales tiene una singularidad irrepetible (por poseer una ubicación única en el entramado contradictorio de lo real). Una denominación de algo singular con un término general puede que sólo posea validez o verdad limitada, relativa y transitoria (Cuadernos p.197).

No podemos prescindir de términos y locuciones generales. Sin ellos no hay lenguaje ni ciencia. Mas hemos de estar sobre aviso de cómo a menudo deforman la realidad. La deforman porque la determinan de un modo, a tenor de una faceta, cuando la cosa perfectamente puede realizar esa faceta sólo parcialmente --realizando a la vez, en alguna medida, una faceta opuesta.

¿No exagera Lenin? ¿Pasa eso con todas nuestras denominaciones? ¿No parece ello acarrear que cada cosa posea todas las propiedades?

Exagere o no Lenin, no se sigue la consecuencia (la consecuencia de que cada determinación general o universal de una cosa cualquiera se aplica a esa cosa a lo sumo con verdad parcial). Lo que sí sucede es que --según el pensamiento dialéctico que Lenin desarrolla en su relectura de Hegel-- todas o casi todas las denominaciones son aplicables a alguna cosa que puede tener también la determinación opuesta, en uno u otro grado; y, así, cualquier denominación (usual) traza una línea de demarcación en la realidad allí donde en lo real hay una franja, no un corte tajante.

Aunque Rosa Luxemburgo también aborrecía los clichés y las abstracciones, Lenin, repetidas veces, en la larga controversia que con ella mantuvo, le reprocha ese mismo vicio que ella detestaba: la abstracción. Le reprocha así en 1916 olvidar que cualquier línea de demarcación en la naturaleza o en la realidad es en parte convencional y dinámica, o sea que en la realidad hay zonas o franjas (no líneas) y, además, movedizas.

En su libro de 1920 sobre la enfermedad infantil del comunismo de izquierda, Lenin vuelve a la misma idea: las distinciones que hagamos son fluidas y, en parte, convencionales; cualquier caracterización ha de hacerse examinando en detalle, en su particularidad, la situación concreta, y tomando en consideración el contexto en la medida de lo posible.

De todo lo cual se deduce una última conclusión: que cualquier principio de racionalidad práctica ha de tener un peso limitado, y que su aplicabilidad ha de ponderarse con la de los demás principios en un proceso de aproximaciones que atienda a todo lo que hemos señalado (lo fluido, relativo y en parte convencional de las distinciones que hagamos, lo unilateral y empobrecido de nuestras caracterizaciones cuando desconozcan la mezcla y contradictoriedad de las cosas).

Lenin, sin embargo, hace una excepción. Hay un principio no sujeto a ponderación, y que sirve así como pauta última para dirimir los dilemas resultantes de cualquier ponderación de principios subordinados. Es el principio del interés de la clase obrera. Tal vez así se evita un proceso de regresión infinita en el que cabe sospechar que pueda incurrirse si se sostiene que todos los principios son ponderables. Sin embargo, esa solución no es improblemática: Examinar su defendibilidad o no excede los límites de este artículo.


§3.-- La aplicación del método dialéctico a los problemas sociales derivados de la guerra imperialista

En el frente de los debates políticos, Lenin emprende la labor de denunciar la colaboración de los partidos socialistas con los gobiernos imperialistas y su política belicista. A ello consagra una serie de artículos y folletos: La situación y las tareas de la Internacional socialista (noviembre de 1914), La guerra y la socialdemocracia rusa (1914), La bancarrota de la II Internacional (primavera de 1915), El socialismo y la guerra (1915), y otra serie de escritos en 1916 y comienzos de 1917. Desde el derrocamiento del zarismo en Rusia en febrero-marzo de 1917, Lenin tendrá que afrontar nuevas tareas --sin abandonar nunca del todo la dilucidación de las cuestiones de la guerra y la paz.

Esos escritos, y especialmente los del otoño-invierno de 1914-1915 y de la primavera de 1915, rezuman las ideas filosóficas que Lenin había ido hilvanando en sus glosas a la Lógica de Hegel y que hemos estudiado más arriba.

Lo esencial en esos artículos es el desenmascaramiento de las adhesiones de la II Internacional (la Internacional socialista) al esquema de guerras de liberación de una época anterior (época que grosso modo había finalizado en Europa occidental y central hacia 1870).

Lenin insiste en que, si se estudian los hechos sociales contemporáneos en detalle, en el contexto histórico concreto, se ve que lo que prevalece con mucho es que los grandes países capitalistas se han afianzado como potencias imperialistas, que se reparten el botín colonial. La guerra es la continuación de la política por otros medios, y sólo cabe ver qué carácter tiene una guerra examinando qué política estaba llevando a cabo la clase en el poder antes de la guerra.

Ahora bien, todo está mezclado. Los líderes de la II Internacional tienen la vana pretensión de, primero, categorizar, y luego --una vez categorizado el fenómeno social de que se trate-- deducir las conclusiones teóricas y prácticas y por ende las propuestas que razonablemente quepa hacer. Para categorizar se fijan en ciertos rasgos y aplican un principio de inercia. Unos se fijan en tales rasgos de tal parte del hecho social; otros, en tales rasgos de tal otra parte del hecho social. Y es que:

ya Hegel decía con toda razón que se pueden encontrar «argumentos» absolutamente para todo.NOTA 1_6

Vamos a examinar dos facetas de la aplicación por parte de los líderes socialdemócratas de la II Internacional del enfoque metodológico erróneo consistente en no analizar los hechos sociales en todo su detalle, sino aislar ciertos rasgos y atenerse a ellos. La primera faceta estriba en fijarse sólo en quién ha iniciado la guerra. Naturalmente en la vida real muchas veces no es tan fácil determinar quién ataca y quién es atacado. Reconsiderando el proceso de desencadenamiento de la I guerra mundial lo que vemos es una cadena, en la cual cada uno de los grandes conglomerados beligerantes (secundado por sus respectivos social-belicistas) puede alegar que ha declarado la guerra al haber sido provocado por una acción hostil previa de uno de sus adversarios. Lenin rechaza tal enfoque que aísla lo sucedido en 48 horas o en una semana de todo el contexto. La guerra es la continuación de la política por otros medios, y para saber qué carácter tiene la guerra por cada uno de los dos bandos beligerantes hay que estudiar toda su política en los años que han precedido. Y se ve que ha sido una política de expansión imperialista, y que su política está en ambos casos orientada a nuevas conquistas.NOTA 1_7

La otra faceta que vamos a considerar es ésta: llevados por su común error metodológico de aislar ciertos rasgos del hecho social y aferrarse a ellos desatendiendo al resto, unos (los del campo aliado) denuncian la agresividad del militarismo austro-alemán y señalan la injusticia que sufren a sus manos las naciones débiles que sólo se defienden: Serbia, Bélgica. Otros (los del bando turco-germánico) hablan de la Alsacia-Lorena (territorio alemán ambicionado por Francia), Polonia (bajo dominio ruso), Turquía (a la que los aliados querrán colonizar), Irlanda (oprimida por Inglaterra).

Lo único acertado, frente a unos y a otros, es examinar los detalles del conflicto en su conjunto y determinar las proporciones de los diversos componentes:

En realidad, la burguesía alemana ha emprendido una guerra de rapiña contra Serbia para someterla y ahogar la revolución nacional de los Eslavos del sur, al tiempo que concentra el grueso de sus fuerzas militares contra países más libres, Bélgica y Francia, para saquear a un competidor más rico.

...

Ninguno de los dos grupos enfrentados en esta guerra es mejor que el otro, ya se trate de saqueos, salvajadas o innumerables atrocidades.NOTA 1_8

Todo está mezclado. Todo tiene facetas contradictorias. La actual guerra también. Pero en ella el único elemento de genuina guerra de liberación nacional es el que representa Serbia contra Austria, o sea: un uno por ciento. La guerra es, por ambos bandos, imperialista, expansionista, anexionista en un 99%. El único caso auténtico de guerra justa y legítima de liberación nacional viene así diluido como una cucharada de agua azucarada en el mar.

Con arreglo a esas pautas, Lenin emprende una labor consistente en determinar --según lo hemos dicho ya más arriba-- la proporción de una faceta o un rasgo particular en un conjunto de factores interconexos. Surge así el problema de las franjas (o de los márgenes). Ciertas facetas, aunque existen, son sólo marginales; en rigor caracterizan sólo a franjas, y se revelan así como inesenciales.

Eso es lo que sucede con el caso de Serbia con relación al conjunto de hechos sociales que constituyen el macro-hecho de la primera guerra mundial. Veámoslo con una larga cita:

El único elemento nacional de la guerra presente es la lucha de Serbia contra Austria (lo cual, dicho sea de paso, ha sido señalado en la resolución de la Conferencia de Berna de nuestro Partido). Sólo en Serbia y entre los serbios es donde tenemos un movimiento de liberación nacional que cuenta con muchos años de existencia, que abarca millones de seres --a las «masas populares»-- y cuya «prolongación» es la guerra de Serbia contra Austria. Si esta guerra fuese una guerra aislada, es decir, si no estuviese ligada a la guerra europea, a los objetivos egoístas y rapaces de Inglaterra, Rusia, etc., todos los socialistas estarían obligados a desear el triunfo de la burguesía serbia: ésta es la única conclusión acertada y absolutamente necesaria que se deduce del elemento nacional de la guerra presente. ¡Y ésta es precisamente la que no hace el sofista Kautsky, que hoy día se encuentra al servicio de los burgueses, de los clericales y de los generales austriacos!

Prosigamos. La dialéctica de Marx, última palabra del método evolucionista científico, proscribe precisamente ese análisis aislado, es decir, unilateral y monstruosamente deformado de los problemas. El elemento nacional de la guerra serbio-austriaca no tiene ni puede tener ninguna importancia seria en la guerra europea. Si vence Alemania, ésta ahogará a Bélgica, una parte más de Polonia, tal vez una parte de Francia, etc. Si vence Rusia, ésta ahogará a Galitzia, una parte más de Polonia, Armenia, etc. Si hay «empate», se mantendrá la vieja opresión nacional. Para Serbia, es decir, para una centésima parte de los que participan en la guerra actual, ésta es una «prolongación de la política» del movimiento burgués de liberación. Para las 99/100 restantes la guerra es una prolongación de la política imperialista, es decir, de la política de una burguesía decrépita, capaz de corromper, pero no de emancipar a las naciones. Al «liberar» a Serbia, la Triple Entente vende los intereses de la libertad serbia al imperialismo italiano, a cambio de la ayuda de éste en el despojo de Austria.

... En la naturaleza y en la sociedad no existen ni pueden existir fenómenos «puros». Así nos lo enseña precisamente la dialéctica de Marx ... En el mundo no hay ni puede haber capitalismo «puro», sino que siempre hay mezclas de capitalismo y feudalismo, de capitalismo y elemento pequeñoburgués u otra cosa cualquiera. Por eso, recordar que la guerra no es «puramente» imperialista en unos momentos en que se trata del patente engaño de las «masas populares» por los imperialistas, que encubren a sabiendas sus propósitos de franca rapiña con una fraseología «nacional», es ser un pedante de lo más obtuso, o un marrullero y un falsario.NOTA 1_9

Así pues, la guerra de Serbia contra Austria es una parte de la histórica guerra de liberación nacional del pueblo serbo-croata (yugoslavo, o sea de los eslavos del Sur) contra sus opresores seculares, los imperios otomano y austro-húngaro. Sin embargo Lenin es perfectamente consciente de que (a raíz de las dos guerras balcánicas de 1912-13, y los tratados que les pusieron fin: Bucarest y Londres, ambos firmados en 1913) también Serbia engloba comarcas que no son (mayoritariamente) étnicamente serbias; concretamente, Macedonia (mayoritariamente búlgara) y Kosovo (mayoritariamente albanés).

Lenin no ve problema de liberación nacional alguno en esas comarcas. Como no lo ve en ningún departamento de la República Francesa, p.ej. (ni siquiera en las regiones belgas). Las naciones cuyo derecho a la autodeterminación proclama son grandes territorios con perfil acusadamente definido, no franjas.

Desde luego su enfoque gradualista lo lleva a negarse a establecer una línea de demarcación inflexible entre qué cuente y qué no cuente como nación. Sus ejemplos de naciones oprimidas suelen ser Polonia, Finlandia y a veces Estonia u otros pueblos bálticos; menos a menudo --y siempre con matizaciones--, Ucrania, cuyo carácter no-ruso estaba muy discutido.NOTA 1_10

Mas a Lenin no se le escapa que, cuando se llegue a obtener la liberación nacional, persistirán en cualquier caso zonas dudosas, zonas de población mezclada, zonas en litigio por razones históricas, demográficas y geográficas. Como no se le escapa que hay casos de poblaciones cuyo estatuto de naciones es problemático.

Iría en contra de toda la metodología que ha ido desarrollando al compás de sus relecturas hegelianas el imaginarse que haya en esos problemas líneas de demarcación precisas y tajantes. En un extremo hay que afirmar --desde su punto de vista, que no fue compartido por todos los anticapitalistas revolucionarios (siempre suscitó la oposición de Rosa Luxemburgo)-- el derecho a la autodeterminación de lo que sea rotundamente una nación. En el otro extremo, Lenin jamás insinúa que haya que otorgar derecho de autodeterminación a pequeñas franjas de territorio, y que la delimitación de las fronteras haya de hacerse forzosamente por votación de la población local.NOTA 1_11

Así, una vez establecido el poder soviético en Rusia en octubre de 1917, Lenin consideró que la tarea de prioridad absoluta era la paz. Propuso a todos los beligerantes una paz sin anexiones ni indemnizaciones, que era una aspiración común de los socialistas no-belicistas y de otros amplios sectores de opinión pacifistas. Al hacer los demás oídos sordos, tuvo que concluir la paz de Brest-Litovsk. Más tarde la Rusia soviética fue agredida por el nuevo estado polaco (en 1920) y Lenin trató de evitar la guerra ofreciendo a Polonia un trazado fronterizo que incluyera en el estado polaco territorios étnicamente no polacos.NOTA 1_12 Al hacerlo nunca sugiere Lenin que ello atente contra el principio de autodeterminación según él lo concibe. Y es que, claro, al reconstruirse un estado como el de Polonia que había dejado de existir siglo y cuarto antes, nadie sabía cuáles fronteras eran las justas, si las de 1790, o las de 1770, o las de 1720. La composición étnica y los deseos de la población local constituían un factor no desdeñable, mas Lenin no piensa que hayan de tener una prerrogativa sobre otros factores.

De nuevo hay que entender esa posición como parte del tratamiento gradualista, del rechazo de líneas de demarcación rígidas. Mantener a toda una nación, a un extenso territorio plenamente caracterizable como nación, dentro de las fronteras de un estado pero contra la voluntad firme de la mayoría de su población es perpetrar una anexión. En el otro extremo, el que se trace una frontera en disputa aquí o allá es asunto menor y que ha de hacerse ponderando muchos criterios, mas siempre dando primacía absoluta al logro de la paz y de la concordia. Donde las poblaciones estén mezcladas y donde no coincidan los criterios invocables en tales casos --tradición histórica, composición étnica, límites geográficos «naturales», etc-- será menester proceder a una estimación de la importancia proporcional de los diversos factores, mas siempre favoreciendo ante todo la paz y la concordia.

En tales casos de franjas o de márgenes (y en casos de poblaciones que ni totalmente presenten los rasgos de naciones diferenciadas ni los de mera parte de una totalidad nacionalmente homogénea más amplia) será menester actuar teniendo siempre en consideración las pautas metodológicas ya señaladas: atender a la flexibilidad y la fluidez de las demarcaciones, examinar qué rasgos prevalezcan en cada caso, y siempre poner por encima de todo los intereses de la lucha del proletariado contra la burguesía de las potencias imperialistas.

El estudio concreto de las realidades nacionales en Rusia y el detalle de la argumentación a favor de las posiciones bolcheviques (contra los «austromarxistas») lo había encargado Lenin a Stalin en 1912; pero Stalin, que era tan gradualista como Lenin, señala lo difuso y multifacético del problema. No se puede decidir de una vez por todas qué pluralidades de seres humanos constituyen naciones y cuáles no; no se puede fijar un número, ni una extensión. Sin embargo, eso no quiere decir que cualquier comarca fronteriza o cualquier paraje en el que se use un dialecto local o incluso un idioma distinto vaya a constituirse en nación a los efectos de aplicarse la teoría leninista de la autodeterminación.NOTA 1_13

Lenin no respalda, por consiguiente, ningún tratamiento de las franjas como naciones e implícitamente lo rechaza.

Ésos son los grandes rasgos del planteamiento de Lenin en esos años. Frente al belicismo, la lucha por la paz. Mas, en el seno de esa lucha, frente a la línea meramente pacifista que sólo añora la vuelta al status quo de antes de la guerra, Lenin aboga por la lucha revolucionaria para derrocar a la burguesía. Le es posible hacerlo, en aquellas condiciones históricas, porque el poder de la propia burguesía de los países hegemónicos se ha visto debilitado, dado que en la guerra están muriendo millones de soldados de las propias grandes potencias imperialistas.

La defensa de la autodeterminación de las naciones oprimidas forma parte de esa estrategia (independientemente de que Lenin también la asuma por razones de principio). La consigna, común al movimiento antibelicista, de una paz sin anexiones la interpreta de una manera peculiar: anexión es no sólo la nueva incorporación por la fuerza de un territorio ajeno al de un estado, sino también la retención forzada de un territorio nacional entero dentro de un estado y contra la voluntad mayoritaria de sus habitantes.

Eso deja claro que Lenin no extiende tal concepción a cualesquiera franjas fronterizas dondequiera que sea. Está refiriéndose a zonas extensas que constituyan respectivos territorios nacionales y que estén anexionados por la fuerza a grandes potencias imperialistas. A eso y a nada más.

Así, Lenin defiende cualquier guerra eventual (forzosamente una guerra justa y de liberación) de una nación oprimida contra las potencias imperialistas:NOTA 1_14

Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etc., estas guerras serían guerras «justas», guerras «defensivas», cualquiera que fuese el país que atacara primero, y todo socialista desearía la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, de derechos mermados, en la lucha contra las «grandes» potencias opresoras, esclavizadoras, expoliadoras.NOTA 1_15

Y en otro lugar señala:

Sería sencillamente absurdo negar la «defensa de la patria» cuando se refiere a pueblos oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas...

En el plano teórico, sería un gravísimo error olvidar que la guerra es siempre la continuación de la política por otros medios; ... Pero necesariamente esta misma época debe engendrar y alimentar la política de lucha contra la opresión nacional ... Y, por consiguiente, debe hacer posibles e inevitables las insurrecciones y las guerras nacionales.NOTA 1_16

Lenin no desconoce que dentro de Marruecos, Persia (el Irán), la India y la China hay también minorías nacionales, regiones con rasgos étnicos muy diferenciados.NOTA 1_17 Sin embargo, en el contexto en el que está imaginando sus ejemplos, las guerras de liberación antiimperialistas serían justas, aunque los imperialistas esgrimieran como razón para sojuzgar a esos países una supuesta defensa de las minorías nacionales (según lo han solido hacer en la historia de las aventuras coloniales una y otra vez).NOTA 1_18

Cuánto pueda aplicarse por analogía el planteamiento de Lenin sobre la lucha por la autodeterminación nacional en el territorio de las grandes potencias imperialistas a casos de territorios fronterizos, de franjas, de márgenes, de subterritorios de naciones oprimidas que, a su vez, presenten particularidades étnicas (la minoría turca en Georgia, la búlgara en la Tracia griega, la griega en el Borio Epiro [región meridional de Albania], etc), todo eso lo deja Lenin para un estudio que habría de emprenderse cuidadosamente, llegado el caso, y tomando las precauciones metodológicas que se desprenden de la debida asimilación de la dialéctica hegeliana.


§4.-- El método dialéctico y el derrotismo revolucionario

Habiendo llevado a cabo un estudio de la realidad histórica de ese momento (en torno a 1914-15) a tenor de las mencionadas pautas, Lenin propone una tarea: Transformar la guerra imperialista en guerra civil. Su consigna será: `¡Abajo el gobierno!':

la labor dirigida a transformar la guerra de los pueblos en guerra civil es la única labor socialista en la época del choque armado imperialista de la burguesía de todas las naciones. ¡Abajo la sentimental y estúpida lamentación clerical suspirando por «la paz a toda costa»! ¡En alto la bandera de la guerra civil!NOTA 1_19

Frente al defensismo imperialista, Lenin preconiza el derrotismo revolucionario. Los proletarios de cada país beligerante han de luchar por la derrota de su propia burguesía y han de anhelar --en primer término y por sobre todo-- esa misma derrota:

La transformación de la guerra imperialista actual en guerra civil es la única consigna proletaria justa.NOTA 1_20

¿Se da en ello una contradicción práctica? Como mínimo se da una paradoja. Paradoja similar (aunque inversa) a la que aquejaba desde antiguo a los adeptos del punto de vista patriótico. Desde la antigüedad la moral patriótica enseñaba que cada uno tiene el deber de luchar por su patria. Y así el persa Jerjes tiene el deber de luchar por derrotar al griego Temístocles y viceversa.

Ahora bien, aunque a primera vista eso no pareció suscitar dificultad, se vio que sí cuando se quiso encontrar una racionalidad en el mundo de nuestras tareas y nuestros planes. Si Jerjes tiene obligación de luchar por derrotar a Temístocles y viceversa, sucede que el cumplimiento exitoso de la obligación del uno impedirá el cumplimiento exitoso de la obligación del otro. O sea habrá una obligación que habrá que quedar frustrada; y que habrá de quedar frustrada precisamente porque se cumpla otra obligación.

Si Jerjes cree que tiene obligación de luchar por derrotar a Temístocles, y a la vez cree que Temístocles tiene la obligación de luchar por derrotarlo a él, está concediendo como obligatoria (y por ende lícita) una acción cuyo éxito frustraría el cumplimiento de su propia obligación. El reino de los fines estaría así desgarrado por la incoherencia.

Erígese frente a eso un principio de no impedir el ejercicio de las acciones lícitas. (Cualquier acción, para ser lícita, ha de ser congruente con las demás acciones lícitas.) Llamémoslo el principio de congruencia práctica. El descubrimiento de ese principio es uno de los avances de la reflexión sobre la praxis humana y su racionalidad. En tanto en cuanto sea lícito o correcto obrar así o asá, es ilícito obstaculizar ese obrar, impedirlo o estorbarlo.NOTA 1_21

Mas eso es justamente lo que hace que se ponga de relieve una contradicción práctica que antes permanecía oculta o soterrada. Cuanto es obligatorio es también lícito. Si es ilícito estorbar el ejercicio de un derecho ajeno, y Temístocles tiene derecho a derrotar a los persas (porque tiene la obligación de hacerlo, en cuanto de él dependa), entonces es ilícito a Jerjes estorbárselo. Y sin embargo se suponía que no le era ilícito, sino que justamente tenía obligación de hacerlo.

Mas, si, en lugar de luchar por la derrota del adversario, hemos de luchar por la derrota de nuestro propio bando en la guerra, la situación es simétricamente similar. Si el proletario alemán ha de luchar por la derrota de su burguesía, en la medida en que tenga éxito en esa lucha impide la derrota de la burguesía francesa y, así, frustra (obstaculiza, estorba, impide) la consecución del objetivo del proletario francés, que es la derrota de su propia burguesía.

Lenin asume esa contradicción por su práctica del pensamiento de Hegel. Igual que ha asumido la contradicción de las caracterizaciones opuestas de los hechos sociales (concretamente de la guerra presente), la cual obliga a ver qué prevalece y en qué medida. Igual sucede con las tareas prácticas. Existen ambas tareas, la del proletario francés y la del proletario alemán, y es inevitable que surja una contradicción entre ellas. ¿Qué tarea prevalece? ¿Cuál ha de tener primacía? Depende de la situación, de las posibilidades concretas. El interés revolucionario del proletariado es el criterio supremo. La revolución proletaria es una unidad planetaria, encaminada al establecimiento de una república terráquea socialista:

Este movimiento crea formas nuevas y superiores de convivencia humana, en las que las necesidades legítimas y las aspiraciones progresivas de las masas trabajadoras de toda nacionalidad se verán satisfechas por vez primera en la unidad internacional a condición de derribar los actuales tabiques nacionales.NOTA 1_22

Cuando las perspectivas de triunfo de la revolución proletaria en este o aquel país sean mayores, el movimiento obrero internacional habrá de priorizar el concurso a ese triunfo, a fin de implantar el socialismo en ese país, el cual constituirá así un primer núcleo para el ulterior establecimiento de la república obrera planetaria:

Los Estados Unidos del mundo (y no de Europa) son la forma política de unión y de libertad de las naciones que nosotros consideramos inseparable del socialismo en tanto llega la victoria total del comunismo que conduzca a la desaparición definitiva de cualquier Estado, incluido el Estado democrático. Sin embargo la consigna de los Estados Unidos del mundo, como consigna independiente, no sería del todo justa, en primer lugar porque se confunde con el socialismo; en segundo lugar, porque podría llevarnos a conclusiones erróneas sobre la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y sobre la conducta del país en cuestión hacia los demás.NOTA 1_23

Está claro, pues, que para Lenin las contradicciones del derrotismo revolucionario son transitorias y pasajeras.

Tales contradicciones brotan de la situación desgarrada en que se halla realmente el proletario bajo el yugo del capitalismo, y en definitiva son un resultado de la tendencia del capitalismo a la división, porque la propiedad desune mientras que el trabajo une.

En la sociedad socialista plena habrá un estado planetario.NOTA 1_24 Luchar por el socialismo significa, pues, luchar por un mundo sin fronteras, en el cual toda la humanidad goce del derecho de ciudadanía común y ningún territorio sea propiedad privada de ningún grupo de población (y donde, por consiguiente, no habrá ninguna población que sea «la población local» de tal sitio por privilegio inalterable).

Mas lo específicamente dialéctico del asunto estriba en que sólo se puede alcanzar esa meta por un itinerario contradictorio, erizado de paradojas, siendo una de ellas la que caracteriza el dilema del derrotista revolucionario.








[NOTA 1_1]

Véanse: Kevin Anderson, Lenin, Hegel and Western Marxism: A Critical Study, Urbana (Ill.): University of Illinois Press, 1995; Robert Service: Lenin: A Political Life, Vol. 2, Bloomington: Indiana U.P., 1991; R. Mayer, «Lenin and the Practice of Dialectical Thinking», Sience and Society 63/1 (spring 1999), pp.40-62.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_2]

Reproducido en el t. I de las Obras escogidas (en tres volúmenes) que publicó en diversos idiomaas la editorial en lenguas extranjeras de Moscú.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_3]

Véase Matérialisme et empiriocriticisme, ed. Progreso de Moscú.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_4]

Entre los autores que, casi caricaturalmente, presentan como un cambio radical de posición filosófica en Lenin el tránsito de las tesis de Materialismo y empiriocriticismo de 1908 a las de los Cuadernos de 1914-15 se encuentra Kevin Anderson; ver su artículo «Lenin's Encounter with Hegel After Eighty Years: A Critical Assessment». Science and Society 59/3, pp.298-319, esp. p.302. [Se trata de un número monográfico consagrado a Lenin].Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_5]

Cito ese libro de Lenin según la traducción francesa, t. 38, Ediciones Progreso de Moscú.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_6]

La bancarrota de la Segunda Internacional recogido en el volumen Contra el revisionismo, Editorial Progreso, Moscú 1967, p.233.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_7]

Esta idea es tan central que más abajo volveré sobre ella. Justamente Lenin apoya como intrínsecamente defensiva, justa, una guerra de un país débil y oprimido contra una gran potencia imperialista aunque fuera el país oprimido el que hubiera desencadenado las hostilidades. Véase más abajo en ese sentido.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_8]

La guerra y la socialdemocracia rusa (1914), recogido en el vol. I de las Obras escogidas, versión francesa, Moscú: Ediciones en lenguas extranjeras, 1962, p. 760.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_9]

La bancarrota de la Segunda Internacional recogido en el volumen Contra el revisionismo, Editorial Progreso, Moscú 1967, pp. 252-53.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_10]

Lenin, p.ej., raras veces entra a considerar qué naciones quepa deslindar en el inmenso imperio ruso de la época, aunque evidentemente, a la hora de otorgar un derecho de autodeterminación, será menester saber en primer lugar qué naciones hay para que sean ellas las que ejerciten tal derecho. En ese enorme espacio del Imperio zarista se hallaban pueblos como los georgianos, armenios, abjasios, azeríes, kirguises, usbecos, cazajos, carelios, buriatos, tártaros, bashquirios, daguestaníes, balquirios, chuvashos, chechenos, ingushetios, alemanes del Volga, esquimales, etc. Determinar las colectividades constituibles en ese laberinto fue la más ardua tarea de la revolución de octubre.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_11]

En su folleto Notas críticas sobre la cuestión nacional de octubre-diciembre de 1913 (publicado en Editorial Progreso de Moscú), Lenin sí sostiene que las delimitaciones de regiones habrá de hacerlas el parlamento central del estado sobre la base de criterios como la composición nacional de la población, pero principalmente las condiciones económicas, de vida etc, siendo la población local la que mejor puede apreciar todo eso y habiéndose de basar el parlamento en esa apreciación de la población local. Nótese que --aparte de que se trata de demarcaciones internas-- Lenin no dice que siempre haya de ser vinculante la estimación de la población local, sino que ha de ser una estimación en la que se base el parlamento para tomar una decisión. Sin duda su opinión sobre las fronteras estatales era similar. Y el espíritu que anima a tales propuestas es coincidente con el que subyace a la postulación del derecho de las naciones a la autodeterminación. Sin embargo del reconocimiento de este último derecho no se sigue, deductivamente, que la población local sea la que haya de decidir por mayoría el curso de las fronteras, ni de las internas ni de las externas.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_12]

Ver el Discurso del 15 de octubre de 1920, recogido en la compilación Informe sobre la paz en el II congreso de los soviets -- La política interior y exterior de la República, Ediciones en lenguas extranjeras, Moscú, pp. 145 ss.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_13]

Así Lenin vería como propuestas absurdas las de conceder autodeterminación no sólo a poblaciones étnicamente diferenciadas que no sean mayoritarias en ningún territorio, como los romaníes, sino incluso la de otorgársela a pequeñas poblaciones salpicadas en enclaves apartados, como las aldeas étnicamente albanesas o griegas en el Sur de Italia. Tampoco introduce en el concepto de nación a territorios con alguna peculiaridad étnica que no sea muy acusada, como los friules o los provenzales. Implícitamente rechaza cualquier planteamiento tendente a extender tal concepto, ya que claramente excluye del ámbito en el cual está por resolver el problema nacional según él lo ve a toda la Europa occidental.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_14]

Véase más arriba, nota 7 y el párrafo al que viene adjunta esa nota.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_15]

El socialismo y la guerra, incluido en El despertar de Asia, una recopilación de Editorial Progreso, Moscú, p. 37.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_16]

El programa militar de la revolución, sept. de 1916 (escrito en alemán), recogido en el vol. I de las Obras escogidas, versión francesa, Moscú: Ediciones en lenguas extranjeras, 1962, p. 913.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_17]

Así, p.ej., el extenso Estado chino, además de que no sólo abarca vastos territorios que son, nacionalmente, netamente diferenciados --como el Tibet (Xizang), el Turquestán chino (Xinjiang), Mongolia interior, el Guangxi, Yunnan--, sino también una multitud de territorios más pequeños con particularidades étnicas, además de eso, en el momento en que escribe Lenin el folleto aquí comentado, abarcaba también la Mongolia exterior, la cual sólo alcanzaría su independencia gracias a la revolución bolchevique.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_18]

Sin necesidad de remontarnos a la Antigüedad, recordemos que ya el imperialismo castellano en América en el siglo XVI utilizó ampliamente la excusa de la defensa de las tribus indias oprimidas por reinos indios más poderosos para atacar a éstos y sojuzgar a todos. Y la expansión colonialista euro-americana desde el siglo XV hasta el XX ha vuelto a utilizar ese tipo de pretexto una y otra vez.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_19]

La situación y las tareas de la Internacional socialista, recogido en el volumen Contra el revisionismo, Editorial Progreso, Moscú 1967 p. 214.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_20]

La guerra y la socialdemocracia rusa (1914), recogido en el vol. I de las Obras escogidas, versión francesa, Moscú: Ediciones en lenguas extranjeras, 1962, p. 766.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_21]

Usando nociones diferentes, aunque afines: en tanto en cuanto sea racional emprender una tarea o apoyarla, es irracional emprender o apoyar otra tarea que obstaculice, impida o estorbe la primera.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_22]

La situación y las tareas de la Internacional socialista, recogida en el volumen Contra el revisionismo, Editorial Progreso, Moscú 1967 p. 213.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_23]

A propósito de la consigna de los Estados Unidos de Europa, agosto de 1915, recogido en el vol. I de las Obras escogidas, versión francesa, Moscú: Ediciones en lenguas extranjeras, 1962, p. 775.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_24]

Aunque Lenin piensa que más tarde ese estado se extinguirá gradualmente.Volver al cuerpo principal del documento




Lorenzo Peña eroj@eroj.org

Director de ESPAÑA ROJA

volver al portal de ESPAÑA ROJA




mantenido por:
Lorenzo Peña
eroj@eroj.org
Director de ESPAÑA ROJA