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EL TOREO: DEL EROTISMO A LA SEDUCCIÓN

HILDA BETRIZ SALMERÓN GARCÍA[*]
<hildasal@servidor.unam.mx>

1ª Conferencia Internacional Antitaurina

México, D.F. Octubre 1995


Copyright © 1995 Hilda B. Salmerón García

En este breve ensayo pretendo abordar el problema de la crueldad hacia los animales en general y hacia los toros en particular.

Busqué en tratados de psiquiatría alguna patología relativa a la crueldad hacia los animales, y ninguno siquiera la menciona.

Existe la zoofilia, las neurosis de los animales en condiciones experimentales, las fobias a los animales, pero no aparece jamás una clasificación y mucho menos una explicación de por qué se maltrata a los animales per se .NOTA 1_1

Llama la atención, en fin, que la psicología no haga referencia a la crueldad hacia los animales, sino para retornar al hombre mismo. El humano que realiza la crueldad es porque tiene angustia, porque descarga sus instintos agresivos, por el maltrato recibido, etc.

¿Y el derecho de los animales? Pareciera que ellos no entran en lo humano y por lo tanto, tampoco en la preocupación que se manifiesta en los vacíos respecto a sus derechos, a su defensa, a sus conductas y sobre todo, a su vida.

El fenómeno de la crueldad hacia los animales es complejo, y en mi opinión esto sucede porque el problema radica en lo que entendemos por mundo, hombre, y naturaleza. O por lo que Singer ha llamado especismo.NOTA 1_2

El especismo obedece a la creencia de suponer al hombre como el ser superior en la escala filogenética y ontogenética. A partir de que el hombre posee facultades intelectuales, presume de discernir lo verdadero de lo falso, de comunicarse, de no actuar de manera animal (instintiva, determinada) y de clasificar su «mundo» en donde el ambiente, la naturaleza y los animales quedan reducidos a cosas que deben satisfacer las necesidades y el ocio humanos. Mejor dicho, el de los animales humanos.

A pesar de la supuesta inferioridad, ningún animal desarrolla, en su habitat conductas tan peculiares como la crueldad. Es cierto que lastiman o matan por obedecer a sus instintos de conservación y con la finalidad de sobrevivir o defenderse. ¿Dónde radica la superioridad del hombre? La historia nos ha brindado ejemplos no sólo del maltrato hacia los animales sino verdaderas catástrofes entre seres de nuestra misma especie y que consideramos inferiores como los negros, los judiós, las mujeres, los niños.

Los movimientos de las minorías, recientemente han encontrado un lugar para pronunciarse, porque precisamente esta creencia de la superioridad de algunos hombres sobre los demás, ha hecho de la esclavitud y el maltrato a los demás una constante en su desarrollo.

Si esto es así, ¿dónde está la superioridad? ¿Por qué pensar que los animales, son inferiores?, ¿cuándo nos hemos preocupado por ellos? Sólo a partir de las ganancias, los beneficios o las ventajas que nos proporcionan, pero si son inferiores, jamás hemos actuado con ellos como superiores, los maltratamos, los matamos y nos divertimos causando dolor.

Creo que el fenómeno del toreo puede ser abordado desde diversas perspectivas porque estamos hablando precisamente de una costumbre que hace valioso el sentido de pertenencia, de una tradición, que hace valer el sentido del mundo, de una simbología de muerte-vida, desde una crítica anti-estética, pues no es arte alguna, desde la ética ambiental. El erotismo creo que engloba todas estas categorías, o más bien las rompe y por eso trataré aquí de él.

El erotismo me parece una categoría plausible para abordar el «estatus» de que disfrutan los toreros, parece que socialmente son personajes muy admirados, por su valentía, por su físico, por características que los tornan figuras eróticas, al desafiar «a la muerte».

La palabra «erótico» hace referencia al amor sensual, es sinónimo de voluptuoso y libidinoso. Sin embargo, se dice que el toreo es erótico, ¿Cómo relacionar un animal inferior y un homo sapiens en una combinación voluptuosa, libidinosa?

Este es parte del mito del toreo. Creo que no es un acto erótico, sino seductor, que no es lo mismo. Mientras que el erótismo es vida, la seducción es simulación.

Si el toreo es simulación, entonces puede simular erotismo pero no ser erótico; esto es lo que trataré de mostrar, de tal manera que quede englobada la pregunta inicial ¿por qué se maltrata a los animales?

De acuerdo con Elda Peralta,NOTA 1_3 para Bataille (1897-1963),NOTA 1_4 el erotismo lejos de ser un mero estimulante de la reproducción de la especie, es un elemento presente en toda actividad trascendente del hombre. Sus características esenciales son la violencia, la crueldad, la violencia de la interioridad del cuerpo humano, la profanación de las estructuras vitales, la fascinación del suplicio y el éxtasis místico. En su forma más elevada, el erotismo es una disciplina interior que permite al hombre enfrentarse a la muerte oponiéndole un simulacro de «pequeña muerte» en el acto sexual. Para Bataille dolor, placer y muerte están indisolublemente unidos.

Lo anterior no es del todo cierto, vayamos analizando más detenidamente el erotismo. Para Bataille, el hombre se mueve dentro de una economía general, en donde se distinguen cuestiones productivas e improductivas.

Las cuestiones productivas tienen que ver con la conservación de la vida, con la producción y las cuestiones improductivas, contrariamente, sólo aparentan, simulan, falsifican e inventan. Se dá en los espectáculos, en el lujo, en los lutos, en las guerras, en los cultos, en las artes, en la sexualidad pervertida (disociada de la genitalidad), estas actividades tienen su fin en sí mismas.

Bataille pretende explicar el tránsito revolucionario desde la sociedad, congelada y cosificada a la renovación de la soberanía. Le interesa el estudio de los caudillos, el show, la adoración cultural de los caudillos fascistas como personas sagradas, la imponente escenificación de los rituales de masas y lo manifiestamente violento.

En lo erótico y en lo santo, Bataille encuentra una «violencia elemental». No abordaré el tema de lo santo, sino sólo me interesa rescatar que en él no hay Dios.

Lo erótico, es la desgarradura y desestructuración de la corporeidad en la que es posible pensar la materialidad del discurso-cuerpo y la materialidad de la ausencia del discurso-cuerpo.

Ser soberano significa no reducirse, como con el trabajo, al estado de cosa, sino desencadenar la subjetividad: el sujeto sustraído al trabajo, plenificado en y por el instante se agota en la consunción de sí mismo. Sólo que esta soberanía es víctima del juicio de un proceso histórico universal de desencantamiento y objetivización. Es la manera de explicar lo homogéneo y lo heterogéneo.

El hombre es definido por Bataille como un compuesto de ipse e ipseidad; al no ser ipseidad solamente, (estar conforme a su naturaleza, igual que el resto de los seres vivos), es un ser plural, multifacético, inestable, vacuo, cuyo Yo es el resultado de lo «natural». Ipseidad e ipse conforman el Yo siempre en relación con el otro; ipse se sobredetermina por la voluntad, es tan contingente como cualquier otra ipseidad pero su querer lo lleva a la angustia por el azar, por la falta de sentido de sí mismo. El ipse es también angustia en tanto es conciencia de lo innecesario de sí mismo, del carácter casual y fugaz de su composición. Voluntad y angustia son las cualidades diferenciales del ipse frente a las ipseidades: características que marcan una ruptura frente a todo tipo de composición y que establecen una contradicción al interior del ipse mismo.

La angustia del ipse es este querer serlo todo al mismo tiempo que su negación: querer pederse y miedo a perderse.

Este «todo» al que busca unirse el ipse es un torbellino sin principio, fin o sentido que lo constituye, a veces, en un instante, y por ello no es ninguna garantía, ninguna permanencia sino un puro movimiento insensato.

El sentido consiste para Bataille en dar sentido a lo que es puro sinsentido, puro gasto improductivo, pura pérdida. El trabajo funda el sentido, esto no es otra cosa que una forma de racionalizar, de hacer entrar en el terreno de la previsión y la conservación a esta gratuidad insensata que es la muerte. Se plantean tareas y misiones al hombre. El sentido consiste en dar sentido a la muerte.

La animalidad y la muerte se convierten en lo absolutamente otro para el hombre, son aquello que no tiene sentido.

El erotismo, las construcciones suntuarias, el juego y lo sagrado son algunas formas de gasto improductivo que revisten carácter de transgresión.NOTA 1_5

¿Qué es lo que se transgrede en el gasto improductivo? lo humano, se establece la actividad productiva que persigue fines marcados por la voluntad.

La transgresión es la ruptura de este mundo de las cosas, de la exterioridad y de un sentido que se vuelve afirmación de la necesidad de un mundo de las cosas. Lo que hay que romper es el orden de seres cerrados, discontinuos, que llega a incluir a los hombres a través de la dominación y de la reducción de los individuos a instrumentos de produción o a simples piezas de un proceso de conservación.

La transgresión implica «la experiencia de lo sagrado» que consiste en la destrucción del carácter de cosa que la organización del trabajo ha dado a objetos e individuos. Esto trae a cuento el suplicio que consiste en mostrar la imposibilidad de Dios y con ella la de una vida que pudiera tener un sentido único.NOTA 1_6

La angustia, (la risa, la violencia y desesperación) rompen en un momento «la tranquila unidad del yo» y también la estructura constituida del saber para llevar a un estado de «comunicación» de ruptura del ser discontinuo. Pero la angustia es contradictoria en tanto consiste en una voluntad de perderse y un miedo a perderse: la comunicación (la ruptura del Yo, el éxtasis) implica al Yo que pretende romper. «De este modo, el éxtasis sólo es posible en la angustia del éxtasis».NOTA 1_7

La experiencia no es de alguien en particular, o mejor dicho, no es de nadie sino de todos, es cuando rompo mi Yo (corpóreo) frente a Otro, en el proceso de comunicación.

El erotismo se refiere a la muerte; sin embargo, lo humano se constituye a través de la prohibición del regreso a la animalidad y a la prohibición de la muerte.

El erotismo nos abre a la muerte porque se trata de un gasto improductivo que es pura pérdida sin sentido, que sin subterfugios rompe con los postulados de trascendencia en otro mundo «más allá de éste, o bien en los productos del trabajo». En la muerte no hay nada, es la noche (no Dios), sino lo imposible.

Mostrar el sinsentido de la muerte es una afirmación de vida y es un llamado a la ruptura de los órdenes y espacios en que la actividad nos ubica como seres cerrados.

Sin embargo, para Bataille este mundo de las cosas, en el que actuamos productivamente es ya una forma de estar muertos, de vivir en la muerte a través del intento de darle sentido. Romper lo posible es acabar con esta muerte que es el orden de las cosas, acabar con las garantías y certificados de necesidad del saber y la individualidad.

Para Bataille el reto es encontrar una nueva forma de trabajo y una nueva forma de saber. A fin de cuentas una nueva sociedad humana.

EROTISMO ES LA APROBACIÓN DE LA VIDA HASTA EN LA MUERTE

En relación con la corrida de toros, encontramos algunos elementos descritos por Bataille, ésta no tiene una razón productiva de ser; es decir, si la «fiesta brava» desapareciera, la especie humana, no sucumbiría, no es necesaria ni productiva. Por lo tanto queda dentro del terreno de la improductividad.

Siendo el toreo una actividad improductiva, uno de los múltiples significados que se le atribuyen es el del erotismo. Es decir, el toreo no se ve como un acto de crueldad, porque no se practica con miembros de nuestra especie, sino con un animal «bravo», «criado para tal fin». ¿qué existencia debe su necesidad al hombre si somos una falsa unidad sin sentido? Esta es una idea que encuentra su apoyo en la creación religiosa del mundo, donde se supone que Dios hizo el mundo para los hombres. Estamos una vez más frente al mundo de los objetos, pero no ante una experiencia sagrada sin Dios de la que habla Bataille, sino ante un Dios antropomórfico.

¿Qué animal podría desear ser herido a muerte por el torero más famoso o mejor parecido? puesto que si los animales son bestias, no «piensan como humanos», pero si sienten o para no caer en ciencia ficción como las utilizadas por los toreros, tienen sistema nervioso y reaccionan a los estímulos.

También encontramos en el toreo, la creencia, que fundamenta el erotismo descrito por Bataille, de la muerte, la fortuita muerte históricamente negada y ayudada por ideas religiosas que dan sentido de trascendencia. A partir de aquí toda una serie de significaciones que pretenden disminuir la absoluta violencia de la muerte, hacerla entrar en la esfera de los gastos productivos y provechosos.

El erotismo en el ser humano tiene diferentes funciones que las sexuales, no se da con el afán de procreación sino que es la necesidad de delimitar lo que no tiene límites. Se pone limites a lo posible. Y esto ocurre a través del cuerpo, mediante él, el hombre se apropia del cuerpo, de la desnudez y de la transgresión. ¿Cuál sería la relación con la corrida de toros, con el erotismo?

Se dice que en la corrida de toros, el torero está cuerpo a cuerpo con el toro, que se entrega (que se desnuda), incluso es común ver que entre sus destrezas los toreros muestran los genitales al toro; se entregan y suponen también la trangresión, en donde el hombre se apropia del cuerpo, de la desnudez de los otros «objetos» a fin de dar sentido y significado a su Yo. Este yo, manifestado a través del lenguaje, y de los otros, es lo que proyecta la ficción de ser un yo coherente, con una finalidad en la historia.

¿Cuál sería la finalidad del erotismo? La de afirmar la vida mediante la muerte. Mediante lo obsceno, es decir la trangresión de la abertura del otro, me apropio de la mía en una comunión íntima mediante la comunicación.

Se supone comunión la posibilidad de que toro y torero mueran, de luchar macho con macho para «ganar» la admiración del público, o de una hembra. O también cabe la interpretación de que el torero, en tanto hembra, se muestre al macho (al toro). Llama la atención la metamorfosis siempre del torero, no del toro, de donde el sujeto se forma a través y gracias a la bestia. Se construye EL HOMBRE a través de un animal.

El torero, intentará brindar a su público una maravillosa y espectacular faena en donde la decisión será la muerte. ¿La muerte de quién?NOTA 1_8 Suponiendo que el torero muriera, lo que rara vez ocurre, ¿en dónde entra la experiencia interna de los demás? La muerte es incomunicable, no hay nada; y, sin embargo, se piensa que el torero muere como un valiente. He aquí lo fortuito de la llamada «fiesta brava». Si ésta fuera un rito de la vida y de la muerte, la muerte quedaría incluida y no sólo dibujada, no como posible sino como un momento de éxtasis y de comunión. Y lo que sucede en cambio, es de nuevo la negación. Ni toro ni torero mueren en el ruedo.

En cuanto un torero muere (lo que generalmente sucede en la ambulancia o en el hospital) viene la sorpresa, si acaso el llanto, y el siguiente toro ya que el espectáculo debe continuar.

Sin embargo, el público jamás reflexiona sobre la muerte, la muerte del torero es para ellos un juego, es por lo que pagan «por el supuesto riesgo». Estamos ante el espectáculo, ante el show preconstruido, en donde los espectadores sólo observan la cruel matanza, no ejercen su soberanía, no enfrentan la muerte. Siempre es el «otro» quien muere y no se encuentra algún sentido, conexión o comunión entre el torero y el público, sino más bien, van a ver al valiente quien se erige con pies de barro.

Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre lo dicho por Bataille acerca del erotismo y el toreo. Bataille habla de las aberturas que nos ponen en contacto con el otro, el ano solar, el ojo pineal, en donde el hombre queda reducido a una abertura, toda vez que no es dado de una vez ni para siempre. Y dentro del erotismo, resalta lo voluptuoso en tanto se acepten las excrecencias y los humores del otro cuerpo que se abre. Es decir, se pone en entre dicho el sentido, el afanoso intento de construirme empecinadamente como un Yo cerrado, frente al otro, se acepta el sinsentido, la no identidad, la ruptura.

¿Dónde hay ruptura en el toreo? Se hace «como si», sin embargo, ya todo está dicho; la «suerte» consiste en que el torero muchas veces «rife» al toro, lo someta a tormentos y permita que lo piquen de tal manera que quede un animal lastimado, moribundo, incapaz de enfrentarse ya no al torero sino a la vida. La suerte resulta entonces una determinación del toro de lidia «que para eso nace» y se quieren igualar las condiciones del torero diciendo que se nace, que se trae; cuando no hay más que un rito y movimientos bellos, pero estudiados, en síntesis, prefabricados. Si para torero se naciera, las mujeres siempre hubieran ocupado el rango de matadoras famosas, con escuela y estilo propio, lo cual no ha sido la constante. Otra contradicción.

En las narraciones taurinas, jamás nos hablan de cuando el toro defeca y se orina, sino más bien de su entrega, de su brio, no del dolor y de la necesidad de huir; se dice que actúa de determinada manera por el castigo; todas las frases de dolor y de desquebrajamiento de un animal en tortura y agonía, se omiten y son substituídas por frases banales como: la discusión de si los toros mexicanos o los toros españoles son mejores, de si el toro no dejó lucirse al torero, etc., pero jamás comentan la necesidad del toro de huir de su «fiesta». Todo animal, frente a situaciones de peligro tiene tres opciones: enfrentar, huir o hacerse el muerto.

El toro no puede huir, porque está atrapado en el ruedo, no puede hacerse el muerto, porque lo atacan continuamente, desde el nacimiento, porque su condición es de inminente peligro, pero tampoco puede enfrentarse al arsenal del torero.

Para no dañar, ni siquiera tocar la majestuosa imagen del matador, los errores siempre son atribuídos al toro, como suele escucharse en las crónicas radiofónicas: «burel prefirió descansar», «el toro de plano se echó», «el segundo resultó soso y quedado no pudiendo realizar faena» «remató en tablas» «crudo o en patas» cuando no fue lo suficientemente picado, o «buscar querencia» en vez de decir el moribundo y espantado toro, quiere huir. O bien, a aquellos toros o novillos «nobles», se les castiga con banderillas negras (que se supone tienen garfios más largos) y se reprime al ganadero. ¿De qué manera?, ¿con la muerte...?

Una vez que el público está cautivo, no hay más que seguir con la farsa, engrandeciendo la figura de los toreros, o su escenario; de ahí se explican los apelativos de los toreros, tales como: Silveti, «el milagro guadalupano» porque reapareció el 12 de diciembre después de una «cornada mortal»; «El rey David», Silverio Pérez, «El tormento de las mujeres», Jorge de Jesús «El Gleason»; Miguel Espinoza «Armillita», Rafael Gil, «Rafaelillo», «el torero místico». En los aprendices de brujo, es decir los novilleros, se emplean términos menos masculinos: «el Chaval», «El Chilolo» Guillermo González. Y resulta interesante cómo hasta los cronistas taurinos son bautizados con el encanto del toreo: «El primer espada», el joven Murrieta.

Aquí viene el maquillaje. Se intenta generar un «nuevo» lenguaje para representar un arte; sin embargo, este subterfugio de las palabras tampoco rompe la aparente unidad, sino que cubre la violencia.

Estamos aquí ante un sacrificio cruel y sádico, adornado con frases de carnaval, de espectáculo especista. No hay un espacio para hablar del hombre frente al animal, ni del sinsentido de esto. Más bien, todo tiene sentido, en todo se pretende encontrar arte, todo está justificado para saciar (¿?) a los espectadores, ¿pero, de qué? De un héroe, de un matador.

A pesar del uso especista de las palabras, el toro, en tanto objeto, tampoco tiene mejor suerte ni en el lenguaje. Cuando mejor se expresan de él, es cuando lo llaman Mole, o cuando, después de muertos, muchos taurinos señalan que es una lástima que el probre animal muriera. Es una seducción entendida como la apariencia, como el simulacro.

Pretende ser algo tan diferente y ajeno a la matanza que no se habla del tema más urgente e importante: el dolor y el desgarramiento en este acto entre el hombre y la naturaleza.

Por otro lado, tampoco puede haber erotismo de parte del torero; el erotismo no puede hallarse por contrato, por un trabajo con respecto a fines futuros; antes bien, el erotismo no tiene alguna finalidad.

Ningún torero se desnuda ni frente al público, ni frente al toro. De lo contrario, los toreros jamás se «guardarían» para mejores ocasiones o mejores toros. O tampoco lastimarían al toro con las crueldades realizadas en los dos primeros tercios, sino que sencillamente se entregarían a la lucha entre el hombre y la bestia. Esto tendría más erotismo. La lucha por la vida en igualdad de condiciones, el dar la vida y terminarla de determinada manera, sabiendo lo fortuito del hecho.

Lo que Bataille propone como erótico es el grito desesperado del hombre de ser parte de la naturaleza, de la tan pretendida economía general, de la soberanía; el hombre, en tanto ente cultural, llega a un punto de no retorno con lo natural, con lo animal, ya que le es ajeno. Por lo anterior, es por lo que el tan aclamado erotismo dentro del toreo resulta un fraude, y más que por el terreno de lo erótico considero que pasa por el disfraz de la seducción, pero no entre toro ni torero sino entre el torero y los suyos, su grupo, sus seguidores. O en términos de psicología de grupo, por los que aprecian el «arte del toreo». Esta expresión intenta sostener que la verdad la tienen los matarifes y que no todos los humanos tenemos la capacidad de entender la matanza ya que el arte es comprendido sólo por algunos «privilegiados».

Lo que quiero ilustrar es que Bataille, poeta maldito, intenta incidir en un concepto de soberanía tal que libere al hombre de su condición socio-histórica, y por otra que llegue al máximo goce.

«Este consumo inútil es lo que admito inmediatamente desaparecida la preocupación del mañana. Y si yo consumo de este modo, desmesuradamente, descubro a mis semejantes lo que soy íntimamente, el consumo es la vía por la cual se comunican unos seres separados».NOTA 1_9

La matanza de toros, no es un acto de reflexión que incida en la economía general, y menos que los hombres lleguen al goce. Al contrario, el toreo y la afición lo practican «por tradición», «por prestigio» y por «necesidad de sobresalir en algo». Nunca se acepta de manera abierta ni la violencia ni el sadismo peculiar de los matarifes, ni de los aficionados. No se descubren.

Si el interdicto es violencia que se ejerce contra la violencia a favor del orden, la organización y la identidad de las cosas, la transgresión hace aparecer la violencia, el exceso, ya no en estado de inconsciencia animal, sino como lo violento humano.

Muchas personas gustan del toreo porque consideran que es un acto de la vida y de la muerte; sin embargo, jamás se piensan asesinos, sino artistas, no proyectan su muerte, sino la victoria del torero, frente a la «bestia». Y si raras veces, el torero muere, se proyecta en los toreros vivos la valentía y el peligro de morir en el ruedo.

Hay valores, que más que comunicados son compartidos, no se rompe ni se desafía un Yo con otro, sino que el grupo, es decir, el público se encuentra a nivel sincrético siendo el juez quien toma las decisiones, pero tampoco se comunica con el torero, simplemente es un adorno más. El juez resulta una caricatura más de la razón, un adorno de la matanza. Es la razón guardada de los intelectuales y la hecatombre frente a un público que no puede hacer nada, sino sólo mirar, en una actitud contemplativa de espectador pasivo.

El erotismo que pretende resaltar Bataille no implica una matanza sino el canto a la vida. El toreo, es una actividad tan supuestamente uniformada, tan organizada, tan especificada, que no hay lugar para la transgresión pero si para entender la violencia sin sentido que paradójicamente consiste en darle muerte al astado, sin reparar en ello. Es lo violento humano.

Lo que pretendo decir es que el toreo es un negocio que está más que interpretado, no es erótico, en cuanto que está cerrado, no transgrede en cuanto sigue con la óptica habitual del mundo de las cosas, al situar al toro como objeto al torero como sujeto. Y es violento porque se pretende la gloria y el sentido de la muerte de un animal que como bestia le da figura al hombre como torero; se sacrifican miles de animales para autonombrarse y vanagloriarse de algo que se sabe desde que el espectáculo inicia: matadores.

Desde esta perspectiva, el torero es el hombre valiente, guapo, apuesto, es el showman, es una figura preconstruida en donde todo está dicho, no hay una ruptura, no hay un enfrentamiento a lo humano-animal, ni a la naturaleza ni a nada.

Si el hombre no está construido de una vez y para siempre, ¿por qué pretende hablar en nombre de los animales como algo que conociera, sin apartarse del especismo? Los toros, ¿raza noble?, ¿«su fiesta»?, ¿ nacen para servir al hombre con su vida, con su «mala» vida?, ¿no sienten? No somos desde una óptica erótica batailleana ni siquiera subanimales ya que no obtenemos la soberanía ni el goce y tampoco podemos subsanar la ruptura con la naturaleza.. Más que un acto de vida, el toreo es un circo romano y es sobre todo, seducción.

Baudrillard,NOTA 1_10 discípulo de Bataille, entiende por seducción el parteaguas entre lo simbólico y lo natural, porque la seducción mata el goce y el deseo, ya que es simbólica y se sustrae a la dimensión del espacio real, es una sobresignificación en donde lo masculino opera como la ley y lo femenino como el goce.

Ahora resulta comprensible por qué se habla de la entrega del toro (femenino), frente a la ley del macho (torero), quien verdaderamente no se desnuda.

La seducción tampoco es real, sino que pertenece al campo de la metástasis, su encanto radica en que ofrece una imagen amigable de uno mismo ya que su estrategia es la ilusión. Es decir, se da el ocultamiento de signos.

El ocultamiento de signos es lo que existe en la figura vanagloriada e hipostasiada del torero, cuando en realidad se oculta la miseria que envuelve a muchos toreros que provienen de hogares económica y socialmente deprimidos, o bien de grandes personajes muchos de los cuales fueron o son políticos y que se dedican a la crianza de los toros con fines lucrativos.

Para justificar la existencia de la «fiesta brava», se pretende hablar en nombre de la costumbre las tradiciones, suponiendolas en sí mismas valiosas. Aquí el progreso técnico y la racionalidad antes supuesta se derrumban.

La costumbre se dá, en primer lugar, por imitación y se mantiene por el arraigo, y el sentido de identidad que nos proporciona. Pero creo que en términos de los derechos de los animales, resulta costosa esa tradición para el animal, y para los humanos que pasivamente asisten a una ruptura entre ellos y el mundo de la que no se dan cuenta. Un mundo por demás peculiar, en donde se erigen hombres por ser contrarios a lo animal. Sin cuestionarse qué es uno y qué es otro, atribuyen valores mayores a lo humano. Unos para conocer, otros por costumbre, y otros para sufrir un poco. Pero ¿por qué no crear diversiones menos crueles o por qué necesariamente matar y lastimar al toro? ¿O es que en el toro se pretende ver la corporeidad a la que somos ajenos en el mundo de las cosas y que rescatamos en el erotismo batailleano?

Si lo anterior fuera cierto, la muerte del toro (nuestro cuerpo) y el significado del toreo, (mítico-religioso y de muerte), dejaría de ser un espectáculo en donde el hombre pudiera enfrentarse consigo mismo; sin pretender delimitar un sentido, sino profundizar en él. Baudrillard afirma que la vida tiene sus atractivos pero la muerte sus encantos porque existe la figura mítica del sacrificio. La seducción busca siempre la reversibilidad y el exorcismo de un poder. Si la seducción es artificial, también es sacrificial. La muerte está en juego, siempre se trata de captar o inmolar el deseo del otro. En el caso del público por supuesto, se trata de actuar el deseo de un líder, de una figura mítica y valiente capaz de enfrentar los más diversos peligros.

El sentido del sacrificio, de acuerdo con Bataille, al igual que el de toda religión, revela que tampoco el núcleo ritual de lo sacro es originario, sino que constituye ya una reacción a la pérdida de la íntima unidad del hombre con la naturaleza.

La versión de Bataille de la expulsión del paraíso dice: «Con la introducción del trabajo, la intimidad, la profundidad del deseo y de su libre desencadenamiento quedó desde el principio sustituida por el encadenamiento racional, en que ya no importa la verdad del instante sino el resultado final de las operaciones --el primer trabajo funda el mundo de las cosas. Desde la posición del mundo de las cosas el hombre mismo se convirtió en una de las cosas de este mundo, al menos durante el tiempo en que trabaja. En todas las épocas el hombre trato de escapar a este destino. En sus extraños mitos, en sus ritos crueles, el hombre anda desde entonces en la búsqueda de su intimidad perdida. Se trata siempre de arrancar algo al orden real, a la pobreza de las cosas y de devolver algo al orden divino».NOTA 1_11

La radical independencia de las cosas (de la economía) respecto de otras preocupaciones (de tipo religioso) o, en términos generales, (de tipo afectivo) comportaba la afirmación implícita de que el retorno del hombre a sí mismo (a la profundidad, a la intimidad de su ser) es independiente de la acción. Tal retorno sólo puede tener lugar cuando la liberación esté consumada; sólo puede empezar cuando la acción esté concluída

«...El verdadero erotismo es un medio de salir de sí, de romper las ataduras que nos imponen la moral, la inteligencia y la costumbre, una forma también de conjurar las fuerzas malignas y de desafiar a Dios y a sus sucedáneos, canes cerberos del mundo, poseyendo y constriñendo al universo entero, propiedad de ellos, en una de sus parcelas particularmente significativas, pero que aquí deja de estar diferenciada».NOTA 1_12

Que muchos toreros y taurinos sean religiosos, que los toreros se persignen antes de entrar al ruedo, que tengan como santa patrona a la virgen de la Macarena, de la Soledad y el Jesús del gran poder, entre otros, no es de sorprendernos, pues hay un Dios que los protege contra el mundo que creó para ellos, de su propiedad. No erótica, sino seductora paradoja. Intimidad perdida, jamás recuperada.

Estas conductas, junto con el paseíllo y el brindar la corrida, simulan que el torero va a la lucha, va a arriesgar la vida.

El toreo es un maquillaje que resulta más falso que lo falso porque no se juega la suerte del torero; se va a matar al toro. Pero en este lenguaje encantador y de simulación no hay siquiera palabras dentro del «chanelar», que indique los errores del torero y si acaso lo abuchean, éste no paga con su vida. Igual que en los mitos, el error se le deja al toro porque el héroe no puede perder, lo que está en juego es un prestigio social personal y una imago mítica colectiva.

Matarifes y seguidores sólo ven lo que quieren ver, una faena, una suerte entre la vida y la muerte, la sensualidad, el aplomo del torero. Sin embargo, resulta interesante observar cómo se expresan los niños «inexpertos» a quienes sus padres llevan el domingo a los toros; hay niños que incluso lloran y se tapan los ojos al contemplar la matanza, mientras que muchos padres, «enseñándoles el arte», les mienten y les dicen frases tan seductoras como: «al toro no le duele, sólo está durmiendo». La tarea de ser padres radica en enseñarles a sus hijos a absorber nuevamente lo establecido sin crítica alguna, sin comunicar el sinsentido de su paternidad, de su vida, de nada.

El doble encanto de esto es que lo social es seguro; no hay erotismo, y no lo hay porque en cuanto a lo social hay mitos, barreras y protecciones que impiden el pensar a la muerte como un hecho gratuito. «El toro de lidia no sufre», «Está hecho para eso». Si realmente fuera una cuestión erótica, se intentaría demostrar la gratuidad del hecho, lo improductivo, lo sin sentido que resulta vivir nuestra muerte en el ruedo. «No nos duele», o si nos duele y sufrimos no importa, igual que el toro, voy a morir, y después la noche, no hay Dios, ni mi recompensa.

Nunca morimos con los otros, eso sólo les pasa a nuestos congéneres y en la muerte de los animales no podemos pensar porque no sabemos hacerlo, y entonces no sucede.

Es el erotismo un canto a la vida, ¿Qué tienen que ver los toros?

Los animales, junto con las cosas, son aquellas partes del mundo que se suponen al servicio de los seres humanos, y el caso del toreo es diversión.

A esto no escapa la matanza disfrazada de arte, tradición y cultura, que se suele llamar al evento taurino como «La fiesta de los toros», «Suerte de los toros», «Vamos al toro» y jamás se dice «El negocio de los toros», «La guerra de los toreros», «Vamos a la matanza», «Vamos al sacrificio», «Veamos nuestra muerte».NOTA 1_13

Por supuesto, si alguien observa la «tradición» sin el maquillaje y el colorido, se dice que no entiende de arte, que «el arte es despertar emociones». ¿Por qué entonces no se tiene un museo de los muertos? Eso despertaría emociones y por supuesto que rayaría en lo trágico, en lo inexplicable.

¿Existe lo masculino y lo femenino en la seducción? ¿O bien una sola y única forma, de la que una u otra variante habría cristalizado en uno u otro sexo? Lo fascinante de la seducción es que oscila entre la estrategia y la animalidad. Es lo que Baudrillard distingue como el adorno, que resulta una paradoja; ahí donde queda abolida la distinción entre naturaleza y cultura, se ventila la analogía entre feminidad y animalidad.

Para Baudrillard, la ritualidad es una forma muy superior a la socialidad. La ritualidad, es un sistema más vasto que engloba a los vivos y a los muertos, y a los animales, que ni siquiera excluye a la «naturaleza» cuyos procesos periódicos, recurrencias y catástrofes, hacen las veces espontáneamente de signos rituales. La socialidad, contrariamente sólo consigue crear solidaridad de una manera: bajo el signo de la ley.

«Si los animales nos gustan y nos seducen es porque son para nosotros el eco de esta organización ritual. Lo que nos evocan no es la nostalgia del salvajismo, sino la nostalgia felina y teatral del adorno, la de una estrategia y una seducción de las formas rituales que superan cualquier socialidad y aún nos hechizan».NOTA 1_14

De esta forma, Baudrillard habla de un «devenir animal» de la seducción, sostiene que la seducción femenina, que es animal, sin imputarle una especie de naturaleza institiva, remite profundamente a un ritual del cuerpo cuya exigencia, como la de todo ritual, no es fundar una naturaleza y encontrarle una ley, sino regular las apariencias y organizar su ciclo. No es afirmar que es éticamente inferior, es afirmar que es estéticamente superior. Es estrategia del adorno.

Lo que seduce en el hombre no es una belleza natural, sino ritual, porque ésta es esotérica e iniciática, mientras que la otra es expresiva. La seducción reside en el secreto que hacen reinar los signos atenuados del artificio, nunca en una economía natural de sentido, de belleza o de deseo.

Para Baudrillard la negación de la anatomía y el cuerpo como destino, hace del rito, una ceremonia, que enmascara, mutila, dibuja, tortura, para seducir a los dioses, a los espíritus, a los muertos. La denegación moral de cualquier magia del cuerpo surte efecto con la idea misma de decoración.

El toreo es una matanza cruel toda vez que el toro siempre tiene las de perder, es una matanza disfrazada de arte porque los toreros no crean nada, la hermosura del toro, no se debe al torero, el bellísmo traje de luces, es bastante transgresor por ser muy afeminado, exquisito, resalta los testículos del torero y sus nalgas. Es adorno. Simulación de lo femenino porque es el toro quien entra hacia la ley del torero. He aquí la ley de lo social, intentando la ritualidad simulando sus reglas, sus juegos de analogías infinitos en una forma de organización cíclica y de intercambio universal de la que la ley social es incapaz.

Si Dios es maculino, el ídolo es femenino. No como seres de deseo ni de carne y hueso, sino como seres transexuales, suprasensuales. Nuestro único mito en una época incapaz de engendrar grandes mitos o grandes figuras de seducción comparables a las de la mitología o el arte.

El toreo es poderoso gracias a su mito, el torero resulta más femenino --en el sentido arriba descrito-- y es artificial y sinsentido. Comparando a los toreros con las estrellas de cine (hombres o mujeres), aquellos no brillan por su talento, ni por su sensibilidad, ni por su inteligencia, sino por su ausencia. La esterilidad de los ídolos no se reproduce, sino que resucitan de sus cenizas. Es necesario que desaparezcan, igual que la muchedumbre necesitada de adoración.

No se enfrentan ni toro ni torero, sino un animal con el arsenal del torero, que podríamos dividir en tres tercios iniciando con el ganadero (encierro, dietas rigurosas, transportación, maltrato, incluso llegan toros cogeando y desnutridos a las corridas); el segundo tercio ya sería en el ruedo, ahí interviene el picador, el caballo (ciego, sordo y mudo), la pica en donde hunde su miedo el torero, pero nunca se ha sabido que no piquen al toro, o que no le pongan banderillas, (adornos), y torero (quien ya se enfrenta a un toro ensangrentado, cansado y a veces con el craneo y los cuernos rotos (divisa, banderillas, capote, espada, espada, espada y espada porque los «matadores» no pueden clavarla), y la cuadrilla y todos los ayudantes para la faena, que a la menor provocación entran presurosos al ruedo a defender al torero, «a hacerle el quite», a defenderlo de un moribundo toro, pero sobre todo a defender la mitificada figura del torero valiente, ya que así impiden que ante el miedo y la superstición a que son dados los toreros, corran despavorida y ridículamente hacia los burladeros.

El último tercio lo sitúo en la supuesta descabellada en donde muchas veces se deja con vida vegetativa al toro; esto es, EL TORO NI SIQUIERA MUERE, a pesar de llamarse el toreo `el arte de la vida y la muerte', donde la muerte del toro también es lo de menos: se le corta la cola y la oreja para premiar al héroe, al matador, quien disfruta de los honores de su público, mientras que el otro animal, no humano, después del arrastre tiene como premio de consolación que lo desuellen vivo. Una vez destasado, es enviado a la carnicería en donde el unico mérito es que, algunas veces, los humanos pagarán más por su consumo, aun cuando esa carne, llena de toxinas --debido a la adrenalina que el pobre animal secretó--, causará a la larga daño a sus consumidores.

Mientras, el público saluda con alguna de sus prendas de vestir al torero; hay quienes compran, afuera de la plaza, recuerdos del evento. Fetichismo y manada, que disfraza y engrandece más la figura de aquel a quien quieren grande.

Se dice que el toro muere dignamente; ¿por qué no se se habla de dignidad, categoría humana, cuando se piensa que el toro, como cualquier animal, es inferior al hombre? Porque ésta es una manera de justificar el sacrificio.

Lo paradójico es que este «animalucho», este objeto, es quien construye al torero, al matador, al valiente, al sensual, al «erótico», al hombre que desafía a la suerte, al artista. Y también a los villamelones, a los profesionales, a los ganaderos y a los que presumen de descendencia española, o en otras palabras a los que no son «indios».

Es un terror, nuevamente nombrable. Es decir, para los toreros, el ser torero, y para algunos de los que gustan de la fiestas brava. El decir torero, los envuelve en todos los mitos y las fantasías, entre ellas, la fortaleza, el esfuerzo de la disciplina, la constancia.

Suponiendo que el torero es valiente y matador, ¿por qué se entrega a la suerte? Suerte significa azar, fortuito, contrario al determinismo. Es éste otro problema de la seducción. El toro existe para morir, para ello lo crían, ya que el toro de lidia es un híbrido. El torero y los taurinos disfrazan su inexplicable muerte matando y haciendo sufrir durante su vida a un ser «inferior», un animal. El riesgo del torero, como ya lo mencioné es mínimo y en muchos casos nulo.

Y en esto nos parecemos a los animales. Vamos a morir, pero a diferencia de ellos, pretendemos, para vivir, fama y gloria, y estando muertos deseamos vida eterna.

Mientras que el toro va a morir, el matador entra al ruedo jugándose, según él la vida; diría yo, el sentido de pertenencia que consiste en salir con la derrota y el abucheo o la gloria y el triunfo.

Lo que creo haber mostrado es que el toreo, es un show, un espectáculo, un negocio que pertenece al sentido de lo que no tiene sentido, no rompe, con los significados, pretende dar sentido, es cerrado, no juega con la vida y la muerte, simula, fabrica ídolos, justifica el no erotismo en el sentido batailleano y nos ayuda a explicar por qué no hay cambios sociales, esto es, por qué en la historia, se sigue explotando, sin atrevernos a preguntar, a no transgredir el mundo de las cosas, ya que el trabajo y el sentido nos son dados de una vez y para siempre cuando hemos visto que es sólo ilusión pues se queda en la costumbre, simula sacrificio, experiencia interna. Es puro gasto improductivo y gratuito, pero con una aparente finalidad.

Aquí la famosa frase de Dostoievsky se desmiente, «Si Dios no exisitiera todo estaría permitido». Contrariamente, Dios es necesario para darle una significación antropocéntrica al mundo atribuyendo a la naturaleza y a los animales la única finalidad de servir a los hombres. Y muchas veces jugamos a tomar el lugar de Dios, sentándonos en el trono del juez para justificar la vida de los animales mediante nuestra efímera existencia, jugando a los dioses, nos permitimos todo frente a los animales. Dios ha sido substituído por nosotros, reyes del universo. «Mañana de misa, tarde de toros». ¿Habría algún espacio para reflexionar sobre la naturaleza que nos rodea, y no la que hemos contruido en torno nuestro, o peor aún, aquella que nos ha sido dada mediante la tradición y las costumbres, mediante la educación no formal y cómo incide la ética en esta revisión crítica del mundo?

Bataille explica la ética económica de las religiones universales, hasta los orígenes de la regulación moral de las pulsiones, que antecede a todas las formas históricas de la soberanía y la explotación.

Creo que estas formas se pueden distinguir en el toreo, representadas de una manera burda, en tres eventos que impiden se llegue a la soberanía y se quede la ipseidad en el mundo de los objetos, es incapaz de generar normas mediante razonamiento, es más vulnerable al castigo social, a la represalia.

Primero, en el proceso de hominización los seres que escapan del plexo de la vida animal se constituyen como sujetos no sólo mediante el trabajo sino a la vez mediante prohibiciones. Los hombres se distinguen también de los animales en que su vida pulsional está sometida a restricciones. Tan originarias como el trabajo son la vergüenza sexual y la conciencia de la mortalidad. Los ritos de enterramiento, el hecho del vestido, el tabú del incesto, muestran que los tabués más antiguos se refieren al cuerpo humano y a la sexualidad --al cuerpo muerto y al cuerpo desnudo. Mas si se tiene también en cuenta la prohibición de matar, lo que se convierte en objeto de tabú es la violencia de la muerte y de la sexualidad --una violencia que se manifiesta también en los momentos rituales culminantes de la fiesta y del sacrificio religioso. El exceso del que surge el engendrar y el exceso de la muerte sufrida o de la muerte violentamente producida están emparentados con los excesos culturales. Exceso es la transgresión de aquellos límites que vienen trazados por la individuación.

Segundo: para explicar de dónde extraen las prohibiciones su fuerza obligatoria, sostiene Bataille que la pretensión de validez de las normas se funda en la experiencia de la transgresión de la norma, transgresión prohibida, precisamente por seductora, en la experiencia del sacrilegio, en el que los sentimientos de angustia, de asco y de espanto se funden con la fascinación y con una dicha estupefacta.

La experiencia erótica es afín a la religiosa en que el asentimiento a las prohibiciones primigenias queda en ella ligado al éxtasis de la superación del terror que sigue a la profanación.

El tercer paso, es una crítica a las morales que en el fondo son religiosas, en donde lo erótico queda adjudicado al mundo y condenado como pecado de la carne. El creyente desarrolla una conciencia sólo moral a medida que se le cortan las experiencias religiosas y sexuales en que extáticamente el sujeto se transgrede a sí mismo.NOTA 1_15

CONCLUSIONES

Como vimos, el toreo no es erótico, sino seductor, en el sentido definido por Bataille y Baudrillard. Es un espectáculo violento, con conductas morales que impiden que el hombre se construya, dude del sentido y del significado, a que históricamente se ha sometido, en un mundo reducido, estático, muerto en donde se pierde en cuestiones «trascendentes» a fin de matar su muerte, de negarla.

A medida que incursionamos en lo absurdo de la matanza, hemos visto que el torero ni es valilente, ni es matador, ni se enfrenta. Iniciamos con la categoría de erótico que tuvimos que cambiar por la de seducción, el toro no muere por el torero, sino por el «tratamiento» previo y posterior a la corrida, si el torero no mata ¿por qué considerarlo un matador?, o un valiente. Por la necesidad del individuo de someterse como público y como torero al prestigio, a la influencia social y sobre todo, al trabajo, al negocio del toreo, al espectáculo que delega la razón en el circo romano, sin embargo, esto tampoco disminuye la violencia ni hacia los animales humanos ni hacia los no humanos.

En un espacio tal, ahora es explicable por qué el hombre violenta a los animales, es la recreación de un mundo dado, ya construído que le impide pensar. Proyecta este ser miserable su angustia en la pretendida superioridad mediante instrumentos de tortura para los animales.

La propuesta de este ensayo, es abordar el problema del maltrato hacia los animales en las escuelas teniendo presente que la angustia es inherente a nuestro ser, es el desesperado afán de interpretarlo todo y darle sentido a todo.

No sabemos qué piensan los animales, pero sabemos que sienten dolor. No somos iguales, pero tampoco superiores, ya que ningún hombre, en su mejor edad, en su mejor condición tiene ni la belleza, ni el sentido de conservación, orientación y aprendizaje que muchos de ellos poseen.

Seamos honestos, no somos mejores que ellos pero tampoco podemos pretender que se sienten honrados por ser torturados. Guardemos silencio, y reconozcamos que la naturaleza animal no es un tema del que podamos hablar.

Si bien a los animales se les clasifica, ello obedece, quiero subrayarlo, a la capacidad de conocer que tenemos, limitada mediante la semejanza, la diferencia, los contrastes y la asociación, categorías por demás arbitrarias.

Es así que los defensores de animales, tendremos que evitar caer en otros especisismos acerca de qué labor es más importante, si salvar perros, toros, animales de laboratorio, ser vegetarianos, etc.

También se da el prestigio, el estatus y el poder entre nosotros. Si como arriba he mostrado, la grandeza es mera ilusión, cada acción que hagamos en pro de los animales es valiosa porque somos pocos, porque ni siquiera los animales son sujetos, mucho menos el tema de sus derechos queda inscrito en la opinión pública, accesible a la mayoría de las personas, y porque caemos en los valores contra los que luchamos.

¿Cuál sería la diferencia de aquel matador que quiere ganar prestigio y fama para valer, de nosotros, usando la supuesta defensa de los animales para obtener el respeto de quienes consideramos valiosos o poderosos?

Creo que en esto radica la revolución de la liberación animal, en que los marcos de referencia axiológicos cambian construyendo y defendiendo el derecho a la vida y sosteniendo el principio de no dañar . Si no somos conscientes de esto, quedaremos condenados a reproducir muchos de los problemas bélicos contemporáneos.

Nunca serán suficientes los esfuerzos que hagamos por lograr que se legisle en favor de los animales, que se les considere sujetos y se exijan sus derechos.

Tendremos que insistir no sólo a nivel de ciudadanos sino también pugnar porque en los planes de estudio se contemplen temas como etología, ética ambiental y los derechos de los animales.

Hay que establecer un vínculo de comunicación entre los defensores de animales, y entre éstos y los diferentes sectores de la población.

Finalmente, también habría que investigar acerca de la personalidad, los rasgos de sadismo, los grados de frustración y agresión de los matarifes y aficionados. Quizá esto arroje resultados sorprendentes, respecto a aquella palabra que no existe y a la que hacía referencia al inicio, la crueldad hacia los animales.NOTA 1_16

BIBLIOGRAFIA

BATAILLE, G. La parte maldita precedida por la noción de consumo. Tusquets. Barcelona, 1981

BATAILLE, G. Historia del ojo. Premia editora. México, 1981

BATAILLE, G. El abad C. Premia editora. México, 1982

BAUDRILLARD, J. De la seducción. Rei, México, 1992

DE LA FUENTE LORA, G. y L. FLORES FARFAN. El erotismo y la constitución de agentes transformadores. UNAM, 1984

DIAZ RUDOLF, L. Porque amo la vida no voy a la corrida Manuscrito

FELTHOUS, A y S. R. KELLER. Violencia contra los animales y la gente. ¿Está generalizada la agresión contra las criaturas vivientes? WSPA

HABERMAS, J. Entre erotismo y economía general en el Discurso filosófico de la modernidad. Taurus. Argentina, 1989

SINGER, P. Liberación animal. Cutzamil, México, 1985 tr. Sergio Reyes.








[NOTA 1_1]

Agradezco al Lic. Gerardo Huertas, su colaboración por proporcionarme el estudio de violencia contra los animales y la gente de Felthous y Kellert, aunque aquí nuevamente nos econtramos con que relacionan la violencia hacia los animales asociandola a la criminalidad.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_2]

SINGER, P. Liberación animal.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_3]

Elda Peralta, Historia del ojo (contraportada).Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_4]

BATAILLE, es de aquellos personajes difícil de ubicar, es conocido como escritor francés, bibliotecario de profesión influído por Hegel, Nietszche y Heidegger, se interesó por el dadaísmo y por el movimiento surrealista. Fundó la revista Documents, 1928 y Critique, 1946; parte de su obra ha sido traducida por Margo Glantz. Se ha situado a Bataille al lado de los poetas malditos como Sade, aunque recibe críticas negativas tanto como escritor, como por filósofo.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_5]

DE LA FUENTE LORA, G. y Leticia Flores Farfan. El erotismo y la constitución de agentes transformadores, p. 6.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_6]

Ibid p. 27.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_7]

Ibid p. 30.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_8]

Manolo Martínez, en una entrevista televisiva «En Caliente» Canal 13 Cd. México, en septiembre de 1995, calculó haber matado a 3000 toros mientras que sólo ha recibido 15 cornadas, muchas con riesgo de muerte.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_9]

Bataille, La parte maldita 67.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_10]

BAUDRILLARD, J. De la seducción. p. 84.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_11]

BATAILLE, La parte maldita, 54.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_12]

Bataille ibid.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_13]

DIAZ, Leonardo, Porque amo la vida no voy a la corrida. Manuscrito.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_14]

Baudrillard pp. 87-89.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_15]

HABERMAS, J. Entre erotismo y economía general en el Discurso Filosófico de la modernidad. p. 280.Volver al cuerpo principal del documento




[NOTA 1_16]

Agradezco la idea al Dr. Eduardo Nevarez Jacques (comunicación personal).Volver al cuerpo principal del documento




[*] Psicóloga. Dir. Gral. de Orientación Voc./ Fac. de Filosofía y Letras, UNAM.






Ver también: «Luchemos por la abolición de la tauromaquia» por Lorenzo Peña